De los espacios culturales a la venta ambulante. En los cuatro meses de aislamiento social por la pandemia muchos trabajadores se vieron obligados a reformular su actividad para generar ingresos y subsistir. Una versión contemporánea del desensillar hasta que aclare.

Como expresamos en nuestra edición gráfica desde el inicio del aislamiento, los centros culturales fueron los primeros en cerrar y serán de los últimos en abrir, con quién sabe qué protocolos y cuidados extremos. Pagar alquileres sin generar ingresos es uno de los tantos desafíos que afrontan estas salas.
Algunos ya saben que no estarán en pospandemia. El cierre definitivo llegó antes. Es el caso de la Casa Indómita, un espacio del Abasto que abrió en diciembre. Sus integrantes nos contaron: “Somos una de las salas que está en situación de cierre. Abrimos en diciembre de 2019, somos muy nuevos. El espacio empezó a funcionar como centro para dar clases de teatro y danza y también como alquiler de salas. Queríamos dar cursos propios pero no llegamos a armar los grupos ni la difusión porque justo nos agarró la cuarentena en marzo. Fue muy fuerte ver cómo despegó el centro el mismo mes que tuvo que cerrar”.
“Hoy por hoy se nos hace difícil sostenerlo, no llegamos a un acuerdo sensato con los dueños del lugar. No podemos pagar la totalidad del alquiler, y lo que llegamos a juntar por mes, para la otra parte es poco. No nos dejan otra opción que la de cerrar porque no podemos pagar más de lo que está saliendo de nuestros bolsillos. Hoy la sala tiene cero ingresos y familiares nos están ayudando a sostener este proyecto. Sin un subsidio inmediato no tenemos forma de seguir”.
“Esperamos que este panorama se pueda revertir para las salas que luchan por seguir abiertas, que no se sigan cerrando espacios, y que haya una ayuda inmediata”.
Algunos espacios culturales de la zona todavía tienen margen para dar pelea. Están los que se han sumado al proyecto Artistas Solidarios, creado por “un grupo de trabajadores del arte que frente a esta pandemia, deseamos poner en práctica los lazos comunicantes de la solidaridad”.
Buscan garantizar la subsistencia de personas que viven del arte y en el contexto de pandemia no pueden generar ingresos propios. Ayudan a casi 500 familias. En forma semanal reparten bolsones de alimentos en el Teatro Fray Mocho, recientemente mudado de su histórica sala en Perón y Bulnes a Villa Crespo.
Se reciben donaciones los jueves de 14 a 16 en el teatro Tole Tole (Pasteur 683) y la sala 1/2 Mundo (HIpólito Yrigoyen 2148), ambas en Balvanera.
La cara visible de este proyecto es el vecino de Almagro, director y referente de teatro de improvisación Mosquito Sancineto, quien ha estrenado muchos espectáculos en salas del Abasto.
Junto a otros artistas como el bailarín Horacio López o la actriz Abigail Zevallos, Artistas Solidarios cuenta en su equipo con una doctora (Ester Godoy) y psicólogas (María Pía Arana, Cecilia Tripoli y Verónica Varela).

Al igual que los teatros, el edificio del exmercado del Abasto está cerrado, como en épocas pasadas. Alrededor hay apenas algunas farmacias, almacenes y kioscos abiertos. Los vendedores ambulantes que estaban sobre la vereda de la avenida Corrientes han desaparecido por el momento. Con intermitencia, lo mismo ocurre en las veredas de Once.
Muchos manteros y vendedores ambulantes recurren a agrupaciones para poder llevar alimento al hogar. Así ocurre con Vendedores Ambulantes Independientes de Once (VAIO), que junto al Movimiento de Trabajadores Excluidos (MTE) entregan en forma periódica bolsones de comida en Alsina 2163.
Exponen: “Nuestros compañeros vendedores ambulantes de Once estamos pasando momentos muy críticos en nuestros hogares ya que llevamos 100 días sin poder trabajar ya que nuestro trabajo ha sido totalmente paralizado por el tema Covid-19 y de la cuarentena”.
“Es por ello gracias a la lucha y organización nuestra agrupación da bolsos de víveres a los compañeros vendedores ambulantes para poder aunque sea cubrir un plato de comida para su familia hoy se viene trabajando coordinando de esta manera por grupos ya que nuestra agrupación cuenta con más de 100 compañeros”.
Dentro de los vendedores ambulantes se encuentra el colectivo de migrantes, en particular el proveniente de Senegal. Sus integrantes en muchas ocasiones, previo al aislamiento, han denunciado violencia institucional. Ahora abogan por la subsistencia al no poder ni siquiera vender en la vía pública.
En este contexto, muchos han abandonado la reventa de indumentaria y han creado la Tiendita Migrante Japoo Door Warr, para ofrecer kits sanitarios (barbijos, alcohol en gel y ruanas). Se los puede contactar mediante redes sociales.
“Tu compra ratifica que nuestras vidas -las de los manterxs senegaleses- importan. Tu compra nos ayuda a promover la universalidad de los derechos humanos. Vivimos tiempos frágiles: te necesitamos para sostener la vida”.
Mariana Brito Olvera forma parte del Bloque de Trabajadorxs Migrantes – BTM, entidad donde se empezó a gestar la Tiendita. Ante este medio repasa: “La Tiendita Migrante se llama Japoo Door Warr, que en lengua wólof (se habla en Senegal y Gambia) significa “Agarrarnos para trabajar”. Es un proyecto impulsado por compañeras y compañeros de Senegal que ya venían en un proceso de aprendizaje dentro de los cursos de español para migrantes ofrecidos por el BTM”.
“Es hacer frente organizadamente a este momento complicado, como una forma de que los y las compañeras pueden generan un ingreso. Estamos en este proceso para consolidar la Tiendita”. “Ellos y ellas están consiguiendo la mercadería, están saliendo a repartir. La función de los profes es ayudar, pero también ir dejando que el proyecto crezca por su propio ritmo”, concluye.

J.M.C.

En la foto de arriba de principios de julio: donación de la comunidad senegalesa al Hospital Eva Perón de Merlo.

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