Hay veces que siento que estamos sumergidos en una recreación de lo ya vivido. Solo que en velocidad mayor y de modo más grotescamente caricaturesco.

Recuerdo cuando en 1999 ganó el gobierno de la Alianza porque generaba ciertas expectativas de cambios y como eso se fue descascarando dicha esperanza cuando la cosa seguía de igual a peor. La renuncia del vicepresidente, la devaluación, el anuncio de estado de sitio con su consecuente e inmediato gran cacerolazo, la represión, el helicóptero, los sucesivos presidentes, el gobierno interino hasta que la cosa se fue acomodando, poco a poco con un modelo que comenzó a considerar a las habitantes además del dinero.

Seguimos años en una línea incluyente, sin embargo, con una grieta marcada. Los que estaban mejor sin querer compartir, el gobierno contando siempre con los dólares de la siembras transgénicas, mientras mucha gente con bronca por los subsidios a los que menos tienen. En medio de todo esto una ética dudosa en el manejo de lo público. Inmersos en una sociedad que comparte ese modo… no me canso de escuchar gente que dice: “¿pero si estuvieses en ese lugar, no ayudarías a tu gente, tu familia?” Y no. Lo lamento, pero las cosas se hacen de un solo modo, del modo correcto, ético. Sino, no funciona. Y eso no es por ser un santo, sino por conocer leyes universales como la de la causa y el efecto…

Desde el cacerolazo post anuncio del mega DNU quedó en el aire una fuerte sensación de que estamos ante un nuevo “que se vayan todos”. Más luego de escuchar como ante los magnates de Davos el actual presidente argentino explicó que esta tierra está para ser explotada y, tácitamente, contaminada, saqueada…

Como si fuera poco el paladín “libertario” nos restringe libertades, como la de juntarnos. Y a pesar de haber jurado cortarse un brazo en caso de subir un impuesto ya ha subido varios y mantiene sus extremidades intactas…

Hoy, para los hogares, el dinero está demasiado devaluado. Todo está carísimo, salvo los ingresos… Entran pesos, salen dólares. Los ahorros vuelan. Solo beneficia a los que más tienen para que pueden comprar barato lo que a nosotros nos costó tanto esfuerzo conseguir. Los que acá habitamos sentimos como si el país se estuviera hundiendo. Que la patria está en venta. Un revivir colonial brutal y desconsiderado con sus habitantes. Y el hartazgo popular es muy grande. Desde ciertos medios se preguntaban como la gente salió a cacerolear a la hora de la presentación de una ley que modifica todo en lugar de preguntarse cómo les da la cara a los funcionarios para presentar semejante mamotreto…

Los científicos sostienen que la rotación de la tierra está acelerada. Que todo va más rápido… No sé si será cuatro veces más rápida la rotación que hace dos décadas, pero dudo que este loco pase mayo en el sillón de Rivadavia. Salvo que enderece el timón y saque el zorro del gallinero (en Economía, el de la deuda a 100 años) y levante el pie de la clase trabajadora, que sin trabajadores se detiene el país. Porque un país no se sostiene con un Galperín exiliado para no pagar impuestos, un Musk dispuesto a romper todo para tomar el litio -incluso las democracias como expresó sin pelos en la lengua una vuelta en Twitter (antes de que sea su red X)-, ni con una casta de políticos que se llevan sus riquezas a paraísos fiscales.

El país es constitucionalmente de nosotros, los habitantes de este suelo. No pido que seamos como San Martín, pero sino defendemos nuestros propios derechos nosotros mismos dejaremos en el pasado la república para pasar a habitar suelo de multinacionales.

U.K.

Imagen: Tiempo Argentino

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