“Bailar tango es una experiencia de cómo transitar en la vida”. Así lo explica Luciana Rial, fundadora de Divino Abasto (DA), un jueves por la noche durante una clase grupal en su estudio ubicado en Corrientes y Agüero, dentro de un antiguo departamento restaurado; cálido, embellecido con murales, cuadros, copas de vino y hasta una fonola, coronado con un balcón que da hacia el antiguo Mercado, con sus arcos, vidrios y luces nocturnas que hacen juego con la avenida en ebullición.
Poco después de las siete de la tarde, unos diez bailarines ya arman una ronda en el salón principal y empiezan a estirar al son de un rock progresivo. Ese instante da lugar a lo que serán las próximas dos horas: bailar, analizar los pasos en forma colectiva, desglosar los movimientos con frialdad técnica sin perder la chispa, el entusiasmo y el humor.
“El tango se aprende a bailar si hay un entorno que te banca”, define Luciana, quien da la clase junto a Lautaro Peyrelongue. Hace más de una década están hombro a hombro: comentan los pasos, prueban ellos mismos, se ponen de acuerdo, disienten, hacen sugerencias siempre en interacción con los bailarines.
“Este es un espacio con características horizontales, como se transmitía el tango en la época de nuestros abuelos. En la milonga el que sabía más enseñaba, entre todos pensaban variantes, pasos nuevos, cómo resolver un movimiento. Buscamos que esto sea un proceso amistoso”, indica.
Luciana hace casi tres décadas baila tango y al tiempo comenzó a dar clases. Primero lo hizo junto a su mentor y cerca del fin de milenio se largó por su cuenta. Con esa experiencia y empuje abrió DA en 2009 para ofrecer clases privadas, clases colectivas y experiencias turísticas. “Un proyecto amazónico y monoparental”, bromea.
Así, Divino Abasto avanza sobre dos caminos. Por un lado, busca crear una referencia para el turismo. “Que sea una experiencia distinta de la cena show que es tan tradicional en el tango. Se piensa así una experiencia vivencial, que quienes asistan no sean pasivos. Incluye degustación de vinos, charlas en varios idiomas (español, inglés, francés, portugués), se enseña a bailar en ese clima”.
Por ejemplo, Emmily es norteamericana y visita Argentina al menos dos veces al año por trabajo. Conoció este lugar y quedó encantada por la forma de enseñar. Siempre que puede se suma a las clases grupales y asegura que, si bien en su hogar hay sitios para aprender tango, nada se compara a lo que vive en cada clase de Abasto por “la calidad y buena onda”.
Luego, en DA se busca consolidar este espacio como una “referencia local” a través de las clases privadas y grupales. En cuanto a estas últimas se caracterizan porque los grupos son estables durante el año. “Nos interesa el compromiso a largo plazo, pedimos a la gente que se comprometa como si fuera el eslabón de una cadena. Solo se puede aprender si hay constancia”, afirma.
Estos dichos resuenan entre quienes asisten a DA. Por ejemplo, Carolina asiste todos los jueves y cuenta que hace diez años baila tango, aparte de sumarse a las milongas porteñas. Destaca como algo positivo el hecho de contar con la misma gente semana a semana, una forma de consolidar saberes y generar confianza.
Junto a la forma de enseñar relajada pero esforzada y lo cálido del estudio, para Luciana la vista del Abasto que entra desde el balcón sella la mística del lugar: “Siempre me pareció que el Abasto era el lugar indicado para enseñar, la arquitectura de la fachada es una atmósfera para la enseñanza. Las líneas, las cúpulas colaboran en el aprendizaje técnico del movimiento. Lo que uno mira, lo que tiene en el campo de la visión, influye en la forma en la que uno lo absorbe. La arquitectura del Abasto es maciza, solida, arraigada y por el otro lado tiene sus líneas dinámicas”.
No solo la arquitectura del viejo Mercado, sino la zona misma asoma con su legado y presente: “Abasto es inicio, pujanza, locomotora, confluencia de corrientes inmigratorias, sobrevivir, nostalgia, melancolía, fuerza. Todo eso es el tango. Para nosotros el Abasto es una necesidad para lo que hacemos”.
Que los bailarines vuelvan cada semana es un logro en sí mismo y una muestra de que esta forma de ver la enseñanza del tango es para muchos el camino a mejorar sus pasos y a vivir momentos agradables al son del dos por cuatro.

Además, Divino Abasto cuenta con varios hitos culturales, momentos para recordar toda la vida con la frente en alto y una sonrisa de orgullo. “Tuvimos el lujo de recibir a la Sinfónica de Londres, luego de que sus músicos dieran un concierto en el Teatro Colón. También organizamos la bienvenida al Comité técnico cuando el G20 se celebró en la Ciudad de Buenos Aires; esa vez organizamos un show de tango en el Palacio Duhau. También nos presentamos durante la realización de los Juegos Olímpicos de la Juventud, también en la CABA”.
Con esta década y media de aprendizaje, Luciana piensa por un momento y sueña con los ojos abiertos sobre nuevas experiencias para DA: “Imagino la intimidad de un tablado de flamenco, una especie de cabaret con características de bares spike easy (a puertas cerradas), bares de las Big Bands, bares parisinos del siglo XIX. Parece una ensalada, pero en mi cabeza está ordenado”. “Es más un sueño: un cabaret tanguero con un show minimalista, cálido y selecto. Si alguien está leyendo y quieren contribuir para hacerlo realidad, son bienvenidos”, bromea para concluir, con la misma energía y alegría que contagia en cada clase.

J.M.C.

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