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El Abasto cuenta con una sonrisa menos, pero un inolvidable más

El jueves por la mañana me comuniqué con nuestro fotógrafo, Roberto, que a su vez también aporta en la Casona Cultural Humahuaca, quien me contó muy triste que Alejandro Erquiaga había sido internado inconsciente… y que aún seguía en ese estado.

Para quienes no lo conocieron Alejandro les cuento que era un excelente cocinero, motor culinario del bufet de la Casona Humahuaca. Llevaba la cocina en sus genes, hijo de la famosa Chichita de Erquiaga que supo figurar décadas en la pantalla chica enseñando su arte y si hace tiempo no se la ve es porque actualmente reside en Brasil.

Ale, el Masterchef, junto a José María y Claudio mostrando un guiso en el patio de la Casona Cultural Humahuaca.

Alejandro, Ale, el Masterchef, comenzó en la Casona como uno de los integrantes de lo que fue Café Basaglia que se probó en la Casona Cultural Humahuaca, Humahuaca 3508, hace más de una década, época en que esta publicación tenía sede en dicha institución. Basaglia fue un proyecto de reinclusión social para personas que habían tenido complicaciones psiquiátricas que con trabajo buscaron reinsertarse socialmente.

Personalmente fui uno de los fanáticos de Ale porque él presentaba unas recetas vegetarianas muy originales que yo disfrutaba muchísimo y que incluso en más de una ocasión repetía en mi casa. Porque él no se guardaba los secretos que su exclusivo paladar lograba generar. Es más, en su humildad decía que solo recreaba lo creado por otros. Algo así decía también Borges, pero en relación a la escritura. Ale me contaba que navegaba en la red buscando platos de otras partes del mundo que le llamaran la atención y luego los recreaba, por lo general adaptando los ingredientes a lo que fácilmente se encontrara cerca: en verdulerías, almacenes o supermercados del Abasto. Eso lo podía hacer porque sabía como se sentiría el bocado, con los ingredientes una vez combinados, en su boca. Ale además siempre estaba de buen humor, repartiendo buena onda, como todo sabio. Para mí Ale es “Masterchef”, en clara alusión a aquel programa culinario que pasaban por TV.

Mi frecuencia al restaurante casonero mermó muchísimo al mudar la redacción al otro lado de la vía. Sin embargo, el afecto que sentía por el “Masterchef” que incluía el respeto de él como cocinero seguía intacto. Recuerdo el día que, luego de bastante tiempo, lo vi muy debilitado por diabetes mal llevada. Ese día me costó horrores aguantar el llanto. Pero él seguía mostrando esperanzas así que charlamos… ¡y hasta de futuro!

El jueves cuando Roberto Almeida Aveledo me comentó la situación me acerqué a la Casona. Ahí estaban sus compañeros de cocina José María y Claudio. También Roberto Trejo quien entre otras cosas también imparte clases de pintura en ese espacio. Y Guillermo, creador de ese oasis porteño. Me enteré que ya no estaba con vida. Sin embargo, los sentíamos entre nosotros.

Según Guille no se venía cuidando acorde a su situación de salud y que al fallecer “puso fin también a su sufrimiento, al dolor que lo aquejaba”. Me contó que Ale estaba activo en el taller de teatro del oprimido. También participaba del taller de guitarra. Y en un escrito que circula desde la Casona cuentan que dejó recetas: “nuevas salsas para las papas casoneras” y recuerdan que “Nos dio mucho amor a todos”.

Ale, el Masterchef, vivió, tal vez, demasiado despreocupado por su cuidado personal y las cuestiones materiales. Pero nunca descuidando las cuestiones esenciales: vivió repartiendo amor. Gracias por todo. Aplausos. 

Rafael Sabini

 

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