Fe,
orgullo y picardía
Por
más magia cultural,
historia y potencial que tenga
el barrio del Abasto, por
algún motivo no “despega”.
El barrio viene prometiendo
desde hace ya unos cuantos
años ser, si no el
sucesor, al menos una alternativa
para las movidas de Palermo
Soho o de San Telmo que en
estos últimos años
marcaron una veta diferente,
más allá del
glitter de Recoleta
o del novísimo Puerto
Madero.
Muchos pensaron que al inaugurarse
el shopping más
grande de la Ciudad Autónoma
de Buenos Aires la cosa iba
a dar un vuelco repentino.
Pero el shopping
demostró que jugaba
para sí solito. El
resto no importaba mientras
entre gente dejando dinero
al “bunker”.
Paralelamente se instalaron
las torres de Gallo y Guardia
Vieja y el hiper
de un gallego argentino que
se enriqueció de modo
asombroso durante la era menemista.
Pero las torres no fueron
pensadas teniendo en cuenta
la idiosincrasia del entorno,
simplemente repetía
la lógica del encierro:
“adentro los que entramos,
afuera el peligro”.
El hiper ayudó
a fundir a más de un
almacenero, de aquellos que
dieron espíritu al
barrio de laburantes que una
vez fue. Y el lumpenaje convivió
junto con el arte y la cultura
luego del cierre del mercado
(poco después del fin
de la dictadura). Ambos habían
encontrado los beneficios
del barrio, su histórica
magia y su cercanía
al centro. Por razones de
costos se hizo un hotel imponente
–hoy cinco estrellas-
que también desentonó
con el entorno decaído
por tantos años de
abandono y miseria. Y hace
un par de años los
vecinos vivimos un revival
de esperanza con la promesa
de la Ciudad Cultural Konex
como el nuevo Pompidou porteño.
Más allá de
discutir si eso taparía,
o no, a los veintipico de
teatros que están por
la zona de mayor densidad
teatral, dicen, del mundo
entero; o si la cultura debe
o no concentrarse, el proyecto
cayó en la realidad
argentina. Los planes de obras
y el enorme despliegue que
demostró en su primer
Verano Porteño (2004)
resultó no poder cumplirse
y hoy por hoy gracias si funciona
con un par de obras, que por
cierto están atrayendo
a mucha gente. Pero no es
–al menos aún-
un atisbo del Pompidou, que
sospecho será prácticamente
imposible lograr por motus
privado.
Entre
cada uno de estas grandes
empresas hubo siempre ongs,
vecinos activos y centros
culturales que mostraron que
la calle se puede recuperar,
que el arte se hace cada día
y que la vida social es la
parte fundamental de la ciudad.
La revista ha protagonizado
o simplemente acompañado
más de una de estas
luchas y procesos como ser
el MapAbasto, la Milonga de
la Calle Humahuaca que nace
de vecinos en la Casona Humahuaca,
la Casa Museo Carlos Gardel,
las luchas por el Parque Estación
y la alternativa que nos dieron
desde el gobierno el Corredor
Verde Oeste. Hemos hecho y
estamos por volver a editar
el mapa turístico.
Acompañamos a Cultura
Abasto que hoy como asociación
civil intenta que todos los
actores –a pesar de
la disparidad- nos pongamos
de acuerdo y trabajemos para
el bien común. Dispares
porque yo o el dueño
de un teatro chico poco tenemos
en común con los intereses
que pueda tener el Abasto
Plaza Hotel o la Universidad
de Palermo por poner algún
ejemplo. Y luego con los funcionarios
del gobierno. Y sin embargo
algunas cosas salen. Farolitos,
eventos, veredas, talleres,
charlas, videos, en fin, lo
que se puede. La pregunta
es: ¿quién se
beneficia más por todo
este esfuerzo?
Pero
volvamos al despegue imposible,
al salto que no deja el piso,
al coito sin orgasmo. ¿Qué
frena el desarrollo del barrio?
En su momento muchos intentaban
xenofóbicamente culpar
a los peruanos, pero se demostró
que no eran los culpables,
más que nada porque
casi todos se fueron y la
cosa sigue igual. Y los crímenes
están por todos lados.
Rateros, punguistas, chorros
de estéreos. Pero así
está toda la ciudad.
Hay que recordar que la mitad
de la población de
este país está
por debajo de la línea
de pobreza. Y si eso fuese
el único problema la
solución está
en brindar posibilidades,
no palos. No, yo creo que
la traba del abasto es que
es un barrio “hiper-argento”.
Es la argentinidad en su más
profunda representación:
fe, orgullo y picardía.
Acá idealizamos a Gardel
(bien podría ser Maradona,
Evita o el Che); acá
sabemos que somos el mejor
barrio de todos los barrios
porteños, cuna de tangos
(dicen en el mundo que el
argentino es engreído);
y por último, sin duda
la más dañina
de las tres cualidades: queremos
guita fácil. Y eso
de la guita fácil no
es precisamente lo que hizo
que este barrio en su momento
haya sido imponente, o que
el Mercado de Abasto sea uno
de los edificios más
llamativos de la ciudad. Esa
no fue la mentalidad de los
tanos o los judíos
que fueron acumulando y dándole
un impulso a sus hijos. Pero
muchos de esos hijos que se
la vieron más fácil,
heredaron un terrenito, una
casa o varias y hoy, lamentablemente,
especulan. Y gente media seca,
pero con iniciativa y voluntad
de trabajo, que sabe que todo
es un esfuerzo y que nada
es fácil –como
ganarse el mango- somos de
una u otra manera víctimas
de esos argentos, hijos o
nietos de aquel laburante
que tal vez vino con una mano
atrás y otra adelante
y pudo dejar un legado material
(sin que una dictadura, crisis
económica o algún
cambio repentino los deje
sin nada).
Así
los que no tenemos más
que lo que nuestro esfuerzo
logra –los trabajadores,
en definitiva los protagonistas-
debemos alquilarle a ellos
–los cómodos,
los mirones, los voyeurs-
un espacio donde poder ejercer
nuestra labor. Y mientras
cada una de las grandes empresas
se fue instalando en el barrio
fue dándonos promesas
de que el barrio mejoraría,
y así cada promesa
fue acompañada de una
revalorización del
terreno. Por ende del precio
de los inmuebles. Para que
el lector se haga una idea
concreta: a la revista la
están echando mediante
este tratamiento donde tuvimos
que aceptar un 52,6 % de aumento
en un término de estos
tres últimos años.
Años posteriores a
la devaluación, por
cierto.
Con
esta mentalidad miope, tacaña
y usurera los propietarios
podrán lograr un Abasto
que alternará entre
quienes puedan pagar y quienes
decidan quedarse ocupando.
Porque ocupar una casa deshabitada
en sí no es un delito
comparado con lucrar cobrando
alquileres o vendiendo casas
por precios descomunales y
sin comparar con el entorno.
Y como quien dice “But
it´s the Greenwich Village”,
te intentan persuadir exclamando:
“pero estás en
el Abasto”. Barrio que
yo, Juan y María forjamos,
pero donde otro gana, cómodamente,
sin hacer nada...
Rafael Sabini
Bs. As. 27/7-2006
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