En medio de un mes electoral, que puede cambiar el rumbo en las “reglas de juego” de nuestra sociedad junto con la economía del país optamos por concentrarnos en cosas más cercanas. Nuestra vecindad desde una mirada cultural y social, buscando en las raíces nuestro ADN. Más allá del artículo sobre el inmueble que cobijaba al espacio bailable de la lamentable tragedia, República de Cromañón, este número se dedicó fundamentalmente a bares notables.

El listado oficial de bares notables para toda la Capital Federal incluye 86 establecimientos. La mayor densidad de bares notables están ubicados en el centro porteño aunque también hay repartidos por muchos barrios. Para este número cubrimos los más cercanos al Abasto, dejando afuera solamente uno de Almagro (Las Violetas, que hemos cubierto en otras ocasiones). En nuestras comunas contamos con cuatro en Almagro, tres en Boedo, tres en Balvanera y dos en San Cristóbal.
Es importante para un bar ser declarado notable porque les incluye ciertos incentivos desde el gobierno porteño, por ejemplo, en relación a eventos que el programa provee. También reciben un subsidio del Fondo Metropolitano de las artes (dice un folleto del GCBA), además de reducción del pago en ingresos brutos. Y están incluidos en La Noche de los Bares Notables que se comenzó a celebrar hace poco, este año en julio.
Para lograr ser declarado notable el establecimiento -además de bar puede ser un billar o confitería- debe contar con “historia, diseño arquitectónico y relevancia local” que le otorguen un valor patrimonial propio.
Los bares notables son considerados espacios culturales independientes, portadores de un patrimonio cultural fundamental de nuestra ciudad, donde se preservan nuestras culturas, historias y tradiciones.
El bar es muchas veces para el parroquiano algo por fuera del circuito laboral, más un cobijo para relajar y encontrarse. Donde se intercambian ideas, se discute, tal vez se juega y lo más importante, donde “se resuelven” los problemas del mundo. Una especie de terapia económica y gustativa. Claro que no es necesario que el espacio sea declarado notable para cumplir con estas funciones. De hecho, cualquier bar es especial para su habitué cotidiano. Los bares, como todos nosotros, han tenido que ir amoldándose a la demanda de la gente. Hoy por hoy los bares suelen proveer menús al mediodía y muchas veces también a la noche. Porque no es fácil sostener un lugar solamente con la venta de cafés.
Lo que nunca vamos a entender es esa nueva corriente que intentan imponernos algunos, adrenalínica, de retirar por una barra un tarrito de cartón plástico con café adentro para tomarlo a las zancadas. No se compara con nuestra costumbre de poder frenar un cacho sentados, sentir la porcelana en los labios y mirar a otro a los ojos, u ojear un diario o sino, tal vez, ver la vida pasar por una ventana. Una te sigue exprimiendo. La otra te da el reposo necesario para poder volver a la carga, con energías recargadas.

Rafael Sabini

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