Opinión Revista El Abasto 306, diciembre 2025

Que las fiestas te encuentren reflexivo y empático

Editorial diciembre 2025, #306

Diciembre es un mes muy particular donde comprimimos en tres semanas las tareas cotidianas -y en casos hasta sobrecargadas de reuniones adicionales- para dedicarle tiempo a esa última entre seres queridos y los correspondientes festejos.
Siento que es una excelente oportunidad para darle protagonismo al renacer de nuestro Cristo interior, esa chispa divina que los seres humanos llevamos dentro. Esa esencia lamentablemente está muchas veces camuflada (por hábitos negativos que incluso pueden ir en contra de nuestra propia esencia). Retomar esa sabiduría divina tiene en los últimos días del año el protagonismo.
Porque no creo que sea cuestión de aumentar el consumismo o emborracharse para brindar, sino de fomentar nuestra propia generosidad y contento hacia uno mismo y el otro. Y es principalmente con la familia porque de algún modo son las almas más entrelazadas con la nuestra.
Ese cierre busca un balance evaluando lo sucedido hasta el momento y proyecta, de ahí las promesas de fin de año, lo venidero: trazando planes para el 2026. Y si estamos conectados con nuestra esencia esos planes serán mucho más sabios. Recordemos que el día que desencarnemos no nos llevamos los logros materiales, pero tranquilamente podemos pensar que nuestra alma sí llevará las lecciones aprendidas y eso le da mucho sentido a nuestra vida.
Pensando así pasamos de ser meros entes materialistas que creen que todo termina con la muerte a cuidadosos seres creativos que consideran lo trascendental. Y le aseguro que cuando uno encuentra esa fe, que se alimenta haciendo siempre lo mejor posible ante cada desafío, uno comienza a sentirse respaldado. El vacío azaroso (casualidades) que propone el capitalismo alienante se convierte de este modo en un camino lleno de causalidades y todo comienza a tomar sentido. La fe, entendida de este modo, depende de nuestro accionar.
A veces la vida cotidiana descuida nuestro espíritu porque las exigencias materiales nos sobrepasan. O nos distraen. Lo ideal sería que siempre nos hagamos ratos para nuestro cultivo espiritual, lecturas de textos sagrados, reflexión, etcétera. Pero el cierre de cada año nos propone que nos sumerjamos varios días en esa búsqueda más profunda de nuestro ser, claro que está en nosotros levantar ese guante, porque las tentaciones para no hacerlo siempre sobrevuelan.
Se trata de un cuidado interior, de un mimo a ese viajero del tiempo que somos. Como parar la pelota y recordarnos lo que en esencia somos y para qué vinimos.
¡Salud a tu niño crístico interior, que termines bien el año y que el 2026 venga con más amor, armonía y prosperidad!

Rafael Sabini

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