Qué comemos, qué no. Qué pasa de la tierra cultivable a la góndola del mercado. Cómo se relacionan conceptos abstractos como justicia o soberanía con los alimentos, algo bien concreto (sobre todo cuando faltan). Con estas ideas, en agosto de 2017 referentes de cátedras libres sobre alimentación montaron el Museo del Hambre en el subsuelo de San Juan 2491. Hacen exposiciones, charlas y ferias bajo la premisa: “El hambre, sólo en un museo”.
Uno aquí puede aprender a cultivar en una terraza alimentos sin agroquímicos. Puede disfrutar de una exposición artística de ilustraciones y visuales hecha en base a la experiencia de un pueblo bonaerense donde hace años se trabajan sus campos agroecológicamente. Puede encontrarse y compartir y conocer la vivencia de productores, campesinos, estudiosos, ingenieros.
En el primer descanso de la escalera asoma y da la bienvenida un muro con el poema “El gran mantel” de Pablo Neruda: “No comer es profundo, / es hueco, es verde, tiene espinas”. El lugar es una sala enorme con tres paredes amplias donde se montan exposiciones. Hay una cuarta, la del fondo, que luce una pintura de los artistas Museo a Cielo Abierto (MACA). Representa a trabajadores rurales. Hay un hombre, ya canoso, con una pala, una sembradora, y una madre amamantando a su hijo. Las tres figuras están ente trigos, girasoles y verduras. Las tres figuras tienen las manos entrelazadas, en símbolo de cooperación. Es el emblema del Museo del Hambre.
Marcos Filardi, uno de los impulsores del Museo e integrante de la Cátedra Libre de Soberanía Alimentaria que encabeza Myriam Gorman en la UBA, explica: “El museo nació el 1 de agosto de 2017, el Día de la Pachamama. Elegimos ese día tan especial, simbólico, para dar inicio a este nuevo camino. En realidad es poner a disposición un espacio para la convergencia, para la reunión, para el encuentro de todos los que desde distintas miradas, trayectorias, caminos, venimos peleando por la soberanía alimentaria en nuestro país”.
“Lo llamamos Museo del Hambre porque la apuesta política del espacio es que podamos encerrar de una vez y para siempre al hambre en un museo, en un espacio. Que nunca más se nos escape de ahí. Lo que nosotros queremos es que sirva para pensar y actuar colectivamente para lograr ese objetivo. Y que lleguemos a un punto de nuestra lucha colectiva en que nuestros hijos digan «bueno, había una época en que había hambre en el mundo pero una generación de hombres y mujeres se decidió a encerrarlo de una vez y para siempre en un museo». Esa es la apuesta principal”, agrega.
“Lo demás es una excusa. Puede haber una muestra de arte, la presentación de un libro, una charla, una clase de cocina, un taller de huerta. Todo gira alrededor de la unión colectiva en pos de otro modelo alimentario, otro modelo de sociedad. Basado en la agroecología, la soberanía alimentaria y el buen vivir de nuestros pueblos”, enfatiza.
“Los que somos parte del museo venimos hace años trabajando en lo que son las cátedras libres de soberanía alimentaria que son espacios dentro de universidades nacionales. Se proponen dar el debate sobre nuestro modelo agroalimentario. Cómo se produce, para quién produce, cómo se distribuye, cómo es la cadena hasta que llega a nuestra mesa, cómo circulan los alimentos en nuestra sociedad. Frente al modelo imperante, nosotros abogamos por otro modelo distinto donde haya una producción sana de alimentos, suelos sanos. En definitiva, que haya personas y pueblos sanos”, concluye.
Han visitado y disertado en el Museo, entre otros, el Movimiento Nacional de Salud Popular Laicrimpo, Acción por la Biodiversidad, estudiantes de la Escuela Carlos Mugica de la Villa 31, estudiantes de la Facultad de Geografía de la Universidad de Osnabruck (Alemania), estudiantes de la Escuela de alfabetización popular de la Cooperativa de Recicladores del Oeste, Carlos Briganti “El Reciclador”, Carlos Latuff.

Tomás López


Almacén de la agricultura familiar en el Hotel Bauen

Bautizado como “Almacén de la agricultura familiar”, este verano inauguró en el Hotel Bauen de Balvanera (Callao 360) el décimo espacio del Movimiento Popular La Dignidad. Abre todos los días, de 10 a 18. Toda la mercadería es agroecológica.
En el lobby del hotel gestionado por sus trabajadores se encuentran productos de distintas economías regionales. “No queremos glifosato en nuestros productos. Eso es parte de lo que llamamos la agricultura familiar”, aseguró a Ansol Basilio Sioutis, de La Dignidad.
Sioutis, quien integró en el pasado la Junta Comunal 12, apuntó: “Creemos que hay un espacio para la economía popular. No depender de las grandes corporaciones y multinacionales para comer. Creemos en la agricultura familiar, en los pequeños productores y todo ese espacio va a estar representado en el Bauen”.
“Fue fundamental el apoyo de la CTEP (Confederación de Trabajadores de la Economía Popular), a través de Rafael Klejzer. Todo empezó con una charla con él, en unos de los bares que tenemos en La Dignidad. Varios compañeros sabían de la dura situación del Bauen y nosotros veíamos que podía ser utilizado por la economía popular y así trabajar en conjunto”, resumió. “Creemos que este puede ser el primero de muchos almacenes más. La idea es tener cien almacenes”.

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