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La Legislatura porteña colocará una placa por los 100 años del Almagro Boxing Club

Díaz Vélez y Yatay.

La Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires aprobó un proyecto de Resolución para colocar una placa de mármol conmemorativa en el club de box “Almagro Boxing Club” al cumplirse 100 años de su creación el 30 de abril de 1923.

Así se votó el jueves pasado, durante la primera sesión ordinaria de 2023.

La defensa de este proyecto, que lleva la firma de la legisladora Maia Daer, sostiene: “El 30 de abril de 1923, en la calle Bogado, casi Yatay, en un sitio baldío, Santiago Bozzano y Pedro Giacobone, instalaron como pudieron un recinto para enseñar a «tirar al box», como se decía entonces… El ring tenía piso de tierra y para que los boxeadores se bañaran había que conectar una manguera desde la casa vecina de Don Bozzano. Almagro era un barrio laburante y malevo. Guapos y compadritos, casi siempre matones de algún caudillejo político, hacían esas cuadras difíciles. El centro del barrio, como ahora, era la esquina de Rivadavia y Medrano o Rivadavia y Castro Barros. En ella, en 1884, se había fundado la confitería Las Violetas. Poco después, cuando más muchachos llegaron a entrenarse y la casa de Bozzano quedó chica, se mudaron a la calle Cangallo, entre Pringles y Yatay. Hasta 1945, cuando el club se instaló donde sigue hasta hoy, en Díaz Vélez 4422, siendo su fachada inconfundible”.

“El mismo año que se fundó el Almagro, 1923, tuvo su pico la primera campaña norteamericana de Luis Ángel Firpo, con la mítica pelea contra Jack Dempsey. Hasta poco antes, el boxeo había vivido clandestinamente, en clubes aristocráticos, practicado por señores como Jorge Newbery o el barón Antonio de Marchi. Firpo cambió todo, un día embarcó hacia Nueva York y ahí se abrió camino, a trompadas. Pronto ya era un hombre rico y, por él, el boxeo se hizo popular. Mostró la posibilidad de salir de pobre por la propia, encerrado en una jaula de cuerdas con otro que te quiere romper la crisma y el único modo de evitarlo es rompérsela a él. Todos querían, en los barrios de trabajadores, practicar boxeo cuando Firpo empezó a ganarse tapas de los diarios norteamericanos. Y surgieron por todas partes clubes de boxeo. Entre ellos, el Almagro Boxing Club”, se agrega.

Sobre el presente, se menciona: “Actualmente el Almagro Boxing Club cuenta con un gimnasio denominado Prudencio Melero, cuya foto vigila desde una de las paredes. Ese personaje sintetiza el espíritu de una época y de un club. El ya fallecido Juan Crescente, uno de los presidentes históricos del Almagro, le contó alguna vez al periodista Alejandro Guerrero que una noche, tal vez en 1960, se hacía en el club una comida de agasajo a Pascual Pérez. En ella estaba Melero. En un momento, llegó Alfredo Prada, ex pupilo de Prudencio, ya retirado. A Prada lo habían tentado del Luna Park con una oferta dineraria importante, para que volviera a pelear. Prada nunca había subido a un ring sin tener a Melero en el rincón y fue a buscarlo para pedirle que volviera a entrenarlo: «No. Usted no puede volver. Si quiere hacerlo, busque a otro», le contestó Melero. El ex boxeador se fue enojadísimo y durante cinco años no le dirigió la palabra. Hasta que una tarde regresó al gimnasio del Almagro y le dio las gracias «porque gracias a usted soy un hombre sano»”.

“El propio Crescente había sido pupilo de Melero. Y contaba que en una ocasión peleó contra otro muchacho a cuatro rounds. Crescente ganó fácilmente los tres primeros y pensó que en el cuarto podía noquear.
-Usted no noquea nada -le dijo Melero en el rincón-. Ahora va a trabajar de afuera, tranquilo, contenga el ataque de él y nada más. Usted va a ganar por puntos. Cuando, medio enojado, le preguntó: «¿Por qué no me dejó noquearlo?», el otro contestó: «Usted ya tenía la pelea ganada ¿Por qué humillar a ese chico? Ya ve, en el último round él atacó, la gente lo aplaudió también a él y se fue contento»”, enfatizan.

“Del Almagro salieron grandes del box como Pascual Pérez (Pascualito), campeón mundial de los moscas en 1954. El olímpico Alberto Barenghi, también mosca; el pluma Manuel Torrado, el gallo Oscar Sostaita y Alfredo Prada, aquél de los duelos míticos con José María Gatica, «el Tigre», que odiaba que le dijeran «Mono». “Negro” Eladio Herrera, ganador de una medalla de bronce en los Juegos Olímpicos de Helsinki en 1952. Oscar Casanova y Carmelo Robledo, ganadores de medallas de oros en Juegos Olímpicos. Abel Laudonio, ganador de una medalla de bronce en Roma 1960 (recordado “porque una vez venció a Nicolino Locche”). Y el campeón mundial Pedro Rubén Decima. En la actualidad grandes boxeadores que se destacan en el profesionalismo: Juan José “El Pitbull” Velasco, Karen “La Burbuja” Carabajal, Agustín Quintana y Jonatán Hernández entre otros“, suma la defensa.

“Seguramente, los chicos que practican boxeo recreativo por las tardes, y los que en las mañanas se entrenan para combatir, no conocen esas historias del viejo club. Tal vez no lo necesiten, son cosas de otros tiempos, pero es justo reconocer dónde venimos”, concluye el texto parlamentario.

J.C.

 

 

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