Recuerdo que a mí de pequeño la carne no me gustaba, en especial reconozco que me molestaba masticarla. Y cuando entendí que era el cuerpo de un animal no quise comerla más. No quería alimentarme de seres peluditos que miran con esos ojos que si no te conmueven es porque sos de hielo. Sin embargo, entre el hábito que me rodeaba -con una cultura tan carnívora como la nuestra- más el discurso de que “es necesaria por la proteína” me costó muchos años hacerme (lacto ovo) vegetariano. El primer intento de chico duró creo que un día, la presión familiar era imposible de contrarrestar entonces. A los veintipico volví nuevamente a intentar dejar la carne, pero con gran sacrificio y duré solo unos meses, porque no conocía muchas comidas alternativas y menos hacerlas.
Fue ya de grande cuando mi ser interno (en una época en que me había sumergido muy seriamente en mi práctica de Yoga) dijo “basta” ante un asado que yo mismo había hecho. Recuerdo que miraba el bocado y no veía otra cosa que muerte. Al llevarlo a la boca sentí una gran repulsión y me sentí muy miserable. No pude comer eso, mientras a mi alrededor todos saboreaban muy alegremente la carne. Menos mal había ensalada y pan así que algo ingerí en ese almuerzo. La situación se volvió a repetir cuando un amigo me invitó a un asado, intenté pero no pude comer carne. Por suerte él es una persona que le gusta la cocina y tenía sus alternativas, especialmente cuando le dije que ya no comía carne. En sus últimos asados ya todos comemos más morrón con roquefort, provoletas, brochettes de verduras, pan y ensaladas varias más que carne en sí misma, que sigue asando algo para mantener la tradición. Creo que mi cambio dietario influyó un poco en cierto entorno gracias a la creatividad y el aprecio que me tienen algunos.
Hoy ser vegetariano para mí es fácil. Gran parte de mi círculo cercano también lo es, así como obviamente mi esposa. Por suerte somos cada vez más y cada vez hay más rotiserías vegetarianas de taiwaneses y chinos por el barrio y la ciudad que tienen comida deliciosa y a la que hoy también frecuentan quienes habitualmente son de comer carne.
Siempre se argumenta que la proteína es necesaria, sin embargo, lo necesario son los aminoácidos o sea los componentes que forman la proteína. Acá voy a tomar una idea del higienista Néstor Palmetti quien sostiene que es como si quisiéramos edificar una pared, donde la proteína animal sería como tomar un pedazo grande de un muro ya usado y colocarlo de modo brutal o preocuparse por rescatar los ladrillos para volver a usarlos lo cual es un gran trabajo. En cambio tomar diferentes trozos de aminoácidos es como usar ladrillos nuevos, cemento, arena, agua, todo por separado.
La realidad es que hay muchos mitos sobre la necesidad de la carne y hoy se sabe a ciencia cierta que la carne no es un nutriente tan recomendable. Hay una serie de Netflix que muestra grupos de deportistas de altísimo nivel donde comprueban que la dieta vegetariana les mejora el rendimiento. Hace muchos años que en algunas compañías de ballet les recomendaban no comer carne más de una vez a la semana para no endurecer su musculatura.
La realidad es que el ser humano se puede alimentar de muchos modos y hoy se sabe que la pirámide nutricional fue un invento de una empresa de cereales. Lo que acá pretendemos compartirles es que es factible y hasta sencillo si uno quiere vivir sin carne. Solo hay que cuidar, por un tema de salud, no excederse en las harinas.
Está en un Ud. si levanta o no este guante.
¡Buen provecho!
Rafael Sabini