Mientras nos distraen con la inminente Tercera Guerra Mundial en torno a Ucrania, suceden muchas otras cosas en el mundo en torno a las restricciones por el Covid-19. Van volviendo paulatinamente a la normalidad: Reino Unido, Suecia, Dinamarca, Noruega, Finlandia, España, Italia, Alemania, los Países Bajos, Polonia y -gracias a las múltiples protestas- Francia. Canadá es un caso aparte, donde el primer ministro, socio de las farmacéuticas y propulsor de la “tercera revolución industrial” en línea con los deseos del Foro de Davos, tuvo que esconderse ante las “Caravanas por la libertad” donde el pueblo tomó las calles con muchísimos camiones. Este modo de protesta lo adoptaron desde Australia hasta a Israel, el país con más vacunados del mundo contra el Covid-19 y a su vez con más casos de esa enfermedad. Es que la gente en todos lados ya está harta de tantas restricciones y pérdidas de libertades.
Los protocolos bajados desde las esferas de poder son cada día más cuestionados. Son muchos los negocios que tuvieron que cerrar, las economías estropeadas y convengamos que el contante miedo solo baja las defensas haciéndonos más vulnerables ante cualquier posible enfermedad.
Cuando escuchamos que fuimos uno de los diez países elegidos para experimentar con estas vacunas nunca imaginamos tantos efectos adversos. Hoy sabemos que han aumentado muchísimo los casos de miocarditis y cardiopatías, además de parálisis, trombosis y Guillain Barre. ¡Incluso en niños! Para colmo, no impide el contagio, la enfermedad, ni la muerte por el virus contra el cual uno se vacuna.
Por estas cosas es que en el mundo no solamente hay cada vez más protestas populares, sino que también han comenzado una serie de juicios de todo tipo. Está en marcha en Polonia (parece que Canadá no aceptó) el grandilocuentemente denominado Núremberg Dos, en alusión al juicio a los nazis, donde abogados liderado por el alemán Reiner Fuellmich, respaldados por médicos y científicos llevan al banquillo a los más involucrados: jerarcas del Foro de Davos y farmacéuticas como Klaus Schwab y Bill Gates, funcionarios y gente de los medios de comunicación.
El recientemente fallecido Luc Montagnier, Premio Nobel de Medicina por haber descubierto el HIV -quien iba a testificar- insistía en que las vacunas ARN provocan inmunodeficiencia. Una afirmación que tiene gran respaldo por parte de muchos científicos.
Un tema que a mí, como lector, editor y periodista, me preocupa mucho es la censura en los medios y en las redes cuidando un discurso que solo favorece a los más ricos del mundo que pretenden manejar nuestras vidas. El desprestigio que se ha venido haciendo hacia científicos que cuestionan, médicos que no siguen el mandato impuesto por las farmacéuticas; tildando de “antivacunas” o “terraplanistas conspiranoicos” a todo quien cuestione lo establecido es macabro. La función ideal del periodismo es informar y cuestionar. La función ideal de la ciencia es demostrar, no fanatizarse tras un discurso hegemónico denigrando de mal modo a quien piense diferente.
En lo personal no sé ya qué pensar, sólo observo que mediante los medios masivos hay un relato y que, sin embargo, circula información y videos en redes sin censura que desestabiliza ese discurso único. Y les aseguro que no creo que la tierra sea plana.

Rafael Sabini
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