Este dispositivo asiste a adolescentes en situación vulnerable. Está en Urquiza 48, casi Rivadavia, y depende de la ONG Mensajeros de la Paz.
“La Balsa es mi casa, un lugar en que sos libre. Este lugar es algo más bueno que la calle. Cuando estoy en la calle me siento mal, triste, sola y aburrida, pero espero con ansias el horario de ingreso a La Balsa porque acá escuchan y son como mi familia. Los amo mucho a todos. Les agradezco a todos por aguantarme y no dejarme sola nunca”. La que escribe es una de las tantas adolescentes que asisten a este dispositivo ubicado en Urquiza 48, dependiente de la ONG Mensajeros de la Paz. Desde hace 10 años da asistencia y contención a jóvenes en situación vulnerable. Ubicado a metros de Plaza Miserere, es el único dispositivo de pernocte para chicas menores de edad en la Ciudad de Buenos Aires. La mayoría vive en situación de calle en la zona del Abasto y alrededores.
Cecilia Nervegna, coordinadora, expone: “Con lo del aniversario, que fue en junio, repasamos todo lo hecho. Dimos a Balsa una nueva identidad, que acompañe a las jóvenes que asistan con una nueva mirada, la de sentirse posibilitadas, empoderadas. En nuestros inicios trabajábamos con varones menores de edad, pero luego nos dimos cuenta de que no había ningún centro de nenas y elegimos poder trabajar con esta población. Se pensó como una instancia intermedia entre la situación de calle y un ingreso a un hogar en principio, y con los años se fue modificando. Es un centro a puertas abiertas, te quedás si querés y el tiempo que querés, lógicamente quedándote, hay reglas de convivencia, normas a cumplir, como en cualquier casa o familia, porque esa es una de nuestras tareas, la de contener, orientar, encuadrar, escuchar, dar esperanza y alternativas”.
“Nuestro trabajo es día a día, acompañar la restitución de derechos que suelen estar relacionados a la salud, la educación, la identidad, vivienda, contención, entre otros, para que puedan, de a poco, gestionarse un proyecto esperanzador y emprender un camino que les permita mejorar su situación general y en el mejor de los casos terminar con su situación de calle. Trabajamos con una población muy diversa, hay chicas menos alfabetizadas, también población con consumo problemático de sustancias psicoactivas, algunas han tenido problemas con la ley, y en general es el sector de la población más difícil y demandante, pero nosotros estamos siempre acá, para volver a intentar ayudarlas a cambiar su realidad cada vez que aparecen”.
“Queremos seguir estando a la altura de las circunstancias cuando una joven nos necesite, buscamos que sepan que nadie puede tocar su cuerpo si no quieren, que tienen derecho a decir no, que no necesitan depender de un hombre para vivir, buscamos que recuperen sus sueños, sin depender absolutamente de nadie que las condicione o las lastime. En situación de calle o vulnerabilidad social hay muchas situaciones de abuso sexual o violencia que se naturalizan, incluso por ellas mismas. Sobre eso queremos problematizar y pensar, con ellas. Hacerlas reflexionar, que vuelvan a sentir que valen y que pueden”.
“Las jóvenes que ya cumplieron la mayoría de edad siguen viniendo a visitarnos y eventualmente las ayudamos en lo que podemos. Es muy grato ver que hoy tienen proyectos, algunas estudian, otras tienen hijos o familia, algunas militan en proyectos feministas, otras trabajan, otras recuperaron vínculos con sus familias. Cada una a su manera pudo darle un sentido a su vida, verlas luchando por lo que quieren, es lo que le da sentido a nuestro día a día, es saber que aún hay esperanza, y que todo se construye y se reconstruye desde el amor”, concluye Cecilia.

J.M.C.


Red Descomunal
En La Balsa también articulan trabajo con otras instituciones del Abasto y alrededores, en especial las que integran la Red Descomunal (más de 40 entidades civiles y públicas de Balvanera, San Cristóbal, Boedo y Almagro). Una de ellas es el Centro de Día Puentes Abasto (San Luis 2940), que trabaja con personas en situación de calle.
Alejandro es psicólogo en Puentes Abasto y asegura: “Trabajamos con objetivos comunes, que salgan de la situación de calle o que su calidad de vida mejore. Desde que abrimos hace tres años la población con la que trabajamos cambió”.
“Empezamos con menores y ahora estamos con gente que promedia los 25 años. Recibimos a menores de todos modos, en particular si son niñas. Tenemos un promedio de 15 pibes por día y llegamos a 50 personas si contamos a gente privada de su libertad o a quienes asistimos en el lugar. La mayoría es del barrio. Pernoctan en los alrededores del shopping Abasto, en zonas como Uriburu y Corrientes o Plaza Congreso”, puntualiza.

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