Hernán Lucas siente, disfruta y trabaja entre libros. De día, atiende la librería Aquilea (Corrientes 2008), un paraíso de estanterías interminables, bateas y pilas que se puebla de coleccionistas, literatos o buscas. Al bajar la persiana, recorre las librerías de la zona y ya en su casa, a metros de Plaza Miserere, vuelve a los libros para leer hasta bien tarde. “Ser lector ayuda a entrenar el ojo en este oficio, a la hora de comprar y vender libros”, define. También es escritor. Publicó un libro de no ficción sobre sus peripecias desde el mostrador de Aquilea y una novela acerca de una emblemática torre de Almagro donde vivió y donde se filmó “Últimos días de la víctima”, clásico del cine argentino.
Aquilea está, desde 2007, en el circuito de librerías de la avenida Corrientes, en el tramo de Balvanera. Abre de lunes a sábado entre las 10 de la mañana y las 20 y participa en La Noche de las Librerías y otros eventos de renombre. El libro usado es su fuerte. “Por un lado compramos en mostrador, en internet, acá o vamos a domicilio; en las librerías de la avenida Corrientes hay una fauna de gente que compra y vende material valioso”. También hay revistas y un sector especial donde se encuentran publicaciones de editoriales independientes argentinas. “Que haya usado y nuevo la vuelve distinta a Aquilea. Tengo relación con muchos editores y autores y es una forma de divulgar su trabajo; hay mucha gente interesada en nuevas voces y proyectos independientes”.
Lucas está entre libros desde la cuna: “Mi viejo es librero, tiene la librería Lucas en Corrientes y Talcahuano; desde que salí del colegio trabajé en varias librerías con él”. “Apareció este local de casualidad. Mi novia en ese momento (ahora mi esposa) trabajaba por acá y lo vio. Las condiciones eran buenas. Esta zona me era familiar, cuando era chico viví en Junín y Perón. Ahora estamos a una cuadra de Plaza Miserere”.
Aquilea tiene un primer piso. Al principio, Lucas no lo usaba más que de depósito. Al tiempo, se convirtió en un espacio de talleres culturales. “Con un amigo, Leo Oyola (autor de los libros Kryptonita y Chamamé) hacemos un ciclo de lectura. También hay clases de escritura creativa. Agregar a la venta de libros actividades culturales fue, sin pensarlo al principio, ponerle una impronta personal; soy librero de segunda generación”.
En su faceta de escritor, en 2013 publicó, con apoyo de mecenazgo cultural y la Beca Nacional de Creación Literaria (Fondo Nacional de las Artes), el libro Aquilea, crónicas de una librería (Editorial Bajo La Luna). Allí da cuenta de varias historias que ocurrieron en su trabajo. Investigar un libro antiguo y determinar que lo que tenía entre sus manos era material impreso en el siglo XVII, conocer lectores empedernidos que usan el mostrador de la librería como la barra de un bar para confesarse, intentar entender los misterios que los libros usados acarrean de viejos dueños.
Lucas también publicó los libros de poemas Un tapado de arena (Alción, 2005) y Prosa del cedido por el oro (Paradiso, 2007). El año pasado, publicó Una película vuelve a casa (Paisanita Editora). Antes de vivir a una cuadra de Plaza Miserere, estuvo en el complejo de torres de Yatay y las vías del tren Sarmiento, en Almagro. Con esa experiencia escribió esta novela.
En ese inmueble Adolfo Aristarain filmó la película Últimos días de la víctima. “Queríamos hacer una función homenaje en el patio del edificio e invitar actores y gente que participó en el rodaje. La burocracia hizo que no resulte. Por eso, el libro trata sobre un tipo que intenta hacer la misma función, se las ingenia y teje alianzas para concretar sus sueños. El título un poco sugiere qué termina pasando”.
“Lo loco es que tiempo después de publicado el libro, en abril de este año, ponemos en venta el departamento de las torres. Publicamos en internet un aviso con fotos. El primer interesado era un tal Bruno Aristarain, que resultó ser el hijo de Adolfo, el director. Bruno no tenía idea que su papá había filmado en este edificio ni que yo había escrito el libro, solo le había gustado el departamento. Al día siguiente, Bruno y Adolfo vinieron a ver el departamento y a conocernos. Fue impresionante. Cuando les abrí la puerta y los vi pensé “ahora sí, una película vuelve a casa”. Ese fue el verdadero final. Cuando escribís sobre tu vida, los finales están más allá del libro”.

J.M.C.

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