Hoy me enteré que el vecino Rubén Bassignana desencarnó en el Hospital Durand, donde había entrado para una operación de hernia, pero al que se le complicó con un virus intrahospitalario. Lo siento profundamente. Desde que estoy con esta revista él siempre estuvo en proyectos relacionados, luchando por un barrio,  y por un mundo, mejor.

Recuerdo hace poco más de un par de décadas, una de esas vueltas en que trillando las calles del Abasto repartiendo esta flamante revista zonal, cuando, por la zona de la Plaza Almagro, di con un señor, sonriente y simpático, que luego de dialogar un rato me propuso acercarme a un espacio de militancia zonal. Sin titubear le agradecí pero le expliqué que no quería vincular la revista con ningún partido político y que además no confiaba ya en los políticos, sin embargo, confieso, sondeaba los Presupuestos Participativos y los Nodos de Trueque. Porque teníamos que encontrar una salida a la crisis. Y Rubén por esos lugares también andaba.

A los pocos meses la vida me puso cara a cara con quienes eran esas personas que Rubén me recomendaba, sin su intermediación ni mi consciencia sobre que era esa gente, pero comenzamos a articular. Fue con el gran apoyo del entonces delegado comunal, Antolín Magallanes, con quien pudimos concretar el Mapabasto junto a Guillermo Castañeda (Casona Humahuaca) y Alberto Morales (artista plástico con atelier en el barrio). Trabajamos y apoyamos varios proyectos, con respeto y admiración porque no encajaban en mi idea de lo que eran los funcionarios políticos. Luego siguió la gestión de María Suárez y seguimos concretando anhelos zonales como la Casa Museo Carlos Gardel, farolas y baldozas distintivas para los teatros, dos centros de salud, murales, la plaza César Fumarola y como frutilla del postre el Parque de la Estación.

En todas y cada lucha hubo muchísimos actores con mayor o menor empuje, Rubén siempre en todas. Y él siempre con esa sonrisa búdica, acompañando, apuntalando, sosteniendo. No sé si fue de tanto sostener que su columna comenzó a flaquear, pero que yo sepa jamás mermó su humor ni sus ganas de lograr un mundo mejor, más justo y participativo. Recuerdo que una vuelta me contó que se había criado por Corrientes al 3400 y me señaló la casa. En una Milonga Callejera nos contó que la Casona Cultural Humahuaca había sido la lechería “de a la vuelta” en su niñez.

Me acuerdo de su risa aquella vuelta (creo que en el 2009) en que ante un encuentro debate en la Comuna 5 los muchachos de la agrupación Descamisados flameaban banderas y coreaban y descubrió que yo, “el apolítico”, me codeaba con ellos. Y claro que sí, ¡compartíamos sede en Mate Amargo!

Rubén creía en que la política era el modo en que se concretan los sueños colectivos. Vino un gobierno y nos lo recordó a todos. Algunos somos más desconfiados, queremos que la ética y la transparencia se refleje en todos los actos, en especial cuando se trata de dinero público y decisiones que involucran la salud y la vida de tantos. A algunos nos va a costar seguir creyendo sin un sabio mayor como Rubén instándonos a seguir con perseverancia en pos de esas utopías, ya que en estos momentos algunos nos sentimos más inmersos en una distopía que nunca antes. Pero solo recordar su rostro, su sonrisa pese a andar medio doblado, subiendo al subte colmado un 24 de marzo me recuerda que nunca nos fue fácil. ¡Que siempre luchamos! ¡Y que ganamos desde el momento en que conquistamos con amor los otros corazones! ¡Hasta siempre compañero!

A su familia, mi más sentido pésame.

Rafael Sabini

 

Fotos: Arriba de compañeros de la Asamblea de Plaza Almagro. En el medio de la vecina fotógrafa Mónica Hasenberg tomada el día en que se inauguró el Parque de la Estación.

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