Hoy sabemos que el Plan Cóndor 2.0 aterrizó en Latinoamérica impulsada por altos mandos militares estadounidenses con experiencia en las invasiones a Irak y Afganistán a principio de este siglo. Detrás están, como es costumbre, los grandes capitales de ese país y del mundo entero para extraerles materia prima.
El sistema se presentó hace diez años en la región Latinoamericana con el golpe de estado contra Manuel Zelaya en Honduras; y se replicó a los tres años con el juicio político al destituido presidente del Paraguay, Fernando Lugo.
La jugada más grande fue tres años después en Brasil, que en 2016 terminó con la presidencia de Dilma Rousseff, sometida a un injusto juicio político en el Congreso, y con el expresidente Luiz Inácio Lula Da Silva, condenado a prisión, bajo sospechas, sin pruebas por un juez, Sergio Moro, que había prometido no interesarle incursionar en la política y que ahora es Ministro de Justicia de Brasil. Hoy, se sabe que coordinó ilegalmente los fiscales manejando las pruebas contra el expresidente. Ahí también el expresidente Michel Temer reconoció que Rousseff sufrió un Golpe de Estado.
Acá conocemos el mecanismo, solo que no todos lo logramos comprender. Se trata de una guerra no convencional basada en el uso de la Justicia y de las leyes para beneficio político de sectores de derecha (intereses económicos) en perjuicio de las grandes masas y castigando a los opositores populistas. Estas acciones van siempre acompañadas de un muy fuerte componente mediático que juzga antes de tiempo.
Lula, Lugo, Rafael Correa de Ecuador, Evo Morales de Bolivia y Cristina Fernández de Argentina, entre otros, denunciaron ser víctimas de persecución política y judicial. Concretamente acá podríamos mencionar varios exfuncionarios que están, o estuvieron, encarcelados sin pruebas contundentes ni el juicio correspondiente. Cualquier argumento que han dado en su defensa ha sido deslegitimado con argumentos agresivos por parte del discurso dominante. Sin embargo, hoy, ante un nuevo cambio de presidente en puerta la Justicia responde con ir liberándolos…
Más allá de las personas que sufren esto en carne propia para la gran masa de la población la realidad es que se han vulnerado seriamente los derechos donde uno puede ser culpable antes de juicio; encima se ha vuelto a instalar con fuerza un poderío en la región que impacta comercial y financieramente. Tarifas elevadísimas, quiebre de empresas, pobreza, deuda externa desopilante, mientras crece la especulación financiera con intereses elevadísimos en perjuicio de la cultura del trabajo. Los intereses del capital corporativo llevados a un extremo que van directamente en contra de los intereses de los que habitan estas tierras. Mientras los laburantes se empobrecen los ricos se hacen más ricos… ¡de modo brutal!
Esto hace hoy una tensión sin igual, donde títeres impuestos por traición, mentiras y mucho manejo de Internet 3.0 por parte del equipo de Cambridge Analytica, como muestra el documental de Netflix, donde vía logaritmos matemáticos, por los clicks que hacemos los usuarios de redes sociales, nos manejan para forjar situaciones, por ejemplo, los dudosos son bombardeados con videos, notas y mentiras periodísticas (fake news) para que de modo irracional apoyen al candidato que se eligió. Demuestran que fue así como llegó un Donald Trump a gobernar Estados Unidos, y hay para sumarle un par de decenas de otros países, entre otros el haber logrado imponer un candidato como Mauricio Macri en la presidencia de la Argentina.
Cuando la máscara cae, el capital no duda en utilizar las represiones de la vieja usanza para mantenerse en el poder, basta con ver el accionar de este gobierno o peor aún, de Ecuador hoy en día.
Esperemos que en la Argentina tengamos la sapiencia suficiente para esperar tranquilos el cambio de gobierno con la esperanza de que las cosas se puedan ir resolviendo. A todo nivel.

Ulises Karlson

* Lawfare deriva de la palabra inglesa warfare (el modo en que se hace una guerra) intercambiando la palabra war (guerra) con law (ley). Sería algo así como guerra judicial, pero incluye como ingrediente indispensable el cuarto poder, la prensa hegemónica.

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