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Diego Valeriano: “No existe paz cuando todo, absolutamente todo, de Once a Moreno -parando en todas- se detiene”

Reflexión sobre el padecimiento de los pasajeros.

El escritor Diego Valeriano publicó en la revista Panamá un texto que analiza el estado de furia y desamparo que experimentan los pasajeros que sufren las cancelaciones de los trenes. Pone el caso del Sarmiento que une Once con Moreno, el cual recientemente registró un desarrilamiento en Liniers. En el presente, continúan las demoras y cancelaciones.

Apenas ocurrió el siniestro ferroviario, en sus redes Valeriano había publicado este texto: “Quién maneja el dólar maneja el país. ¿Y el que maneja el Sarmiento? Un estallido puede surgir a partir de una corrida cambiaria, pero el estallido va a ocurrir a partir de un tren que descarrila en hora pico, que nos deja tirados, que ya ni podemos volver. Existe la pax cambiaria, pero no existe paz cuando todo, absolutamente todo, de Once a Moreno se detiene. El odio de quedar varado arriba del tren en Floresta a las 17:15 puede desatar apocalipsis inimaginables. ¿Esta vez no pasó? Va a pasar. Un día vamos a arrancar por Rivadavia con esa tremenda furia de saber que volver es casi imposible, que Moreno queda tan lejos, que la cena espera fría. Y ni Uber, ni bondi, ni moto Didi. Y todo quedará hecho cenizas que pisaremos mañana a la mañana cuando bajemos del tren para ir a laburar”.

Días más tarde, en Panama escribió el artículo “Quémese después de leerse”.

El texto completo:

Cuando escuchás por los altoparlantes de la estación que la formación se encuentra demorada por un accidente en Liniers, algo de tu vida se desmorona de inmediato. Algo que ya estaba roto termina de romperse. Se te cae encima una avalancha anímica que te aplasta. Son las seis de la tarde de un viernes horrible, de una semana imposible, de un mes en loop, de un año peor.

El tiempo en suspenso que es volver a casa se transforma en un tiempo asfixiantemente incierto. Quedan pocos minutos antes de que todo empeore. ¿Qué hacemos? ¿Corremos a Rivadavia a probar suerte con algún bondi antes de que se empiece a llenar y no paren más? ¿Pedimos un Uber aunque la tarifa trepa degenerada y en Mercado Pago te quedan dos mangos? ¿Rogamos una moto Didi para intentar llegar por la avenida explotada hasta Merlo? ¿Nos resignamos, nos escabiamos, esperamos?

Quien domina el dólar domina la democracia en Argentina. ¿Y el que maneja la frecuencia de las formaciones del Sarmiento? Domina mi estado de ánimo. Un estallido puede surgir a partir de una corrida cambiaria, de una confiscación de depósitos, de un cepo; pero el estallido va a ocurrir a partir de un tren que descarrila en hora pico, por un accidente en el paso a nivel de Nazca, porque no anuncian cuando sale el próximo tren. Porque ya ni podemos volver. Ni ir, ni llegar, ni respirar

Nadie dice nada de las horas muertas en el tren. Nadie te devuelve ese tiempo perdido que se escurre de entre los dedos. Casi nadie lo registra. No hay papers, libros, ni programas de streaming. Nada habla más de esta época que un descarrilamiento que deja decenas de formaciones varadas, repletas de nosotros, un viernes a las seis de la tarde. ¿Cuántos somos los que compartimos el desánimo de esas demoras en esta época incierta?

Viajás, trabajás, viajás, quedás varado. Intentás respirar, prendés uno, cruzás miradas de resignación, ayudás a una mamá con dos nenes a bajar de la formación, caminás por el terraplén, suspirás. ¿Alguna vez sentiste la desazón de ver en pantalla que el último a Moreno salió hace media hora y vos en Once sin saber qué hacer?

Quedar varado en el Sarmiento es lo más parecido a la no vida. Al no tiempo. A ser abandonado. Es estar ahí pero no estar. Un arrebato de apuros, de puteadas al aire, de notificaciones que no llegan, de un tiempo que transcurre, aunque no hacés nada. Un espacio anímico suspendido que te detona por dentro, como si cada minuto quieto se metiera debajo de la piel para arruinar tus planes, tu descanso, tu aburrimiento. Es la peor de las derrotas. Porque todo lo que sigue es peor.

Existe la pax cambiaria, pero no existe paz cuando todo, absolutamente todo, de Once a Moreno -parando en todas- se detiene. El odio de quedar varado arriba del tren en Floresta a las 18:15 puede desatar apocalipsis inimaginables. ¿Esta vez no pasó? Va a pasar. ¿Alguna vez te pasó? Ya te va a pasar. ¿Privatizar, estatizar, control obrero? ¿Quién gestiona mejor el tiempo que ya no es nuestro? ¿Qué hacemos con el tiempo en viaje que se vuelve tiempo perdido?

Un día de estos, cuando se anuncie otra nueva demora, vamos a saltar a la vía con esa tremenda furia de saber que volver es casi imposible, que Morón queda tan lejos, que la cena espera fría, que el fútbol 5 empieza sin vos. Que ni Uber, que ni bondi, que ni moto Didi, que ni nada. Y vamos a quemar todo de manera redentora, purificadora, final, hasta reducirlo todo a cenizas. Cenizas que pisaremos mañana a la mañana cuando bajemos del tren en Caballito para ir a laburar como todos los días.

 

J.C.

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