La Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires aprobó este jueves un proyecto de Resolución del legislador Juan Manuel Valdés y declaró Sitio de Interés Cultural de la CABA al Centro Cultural Archibrazo ubicado en Mario Bravo 441, esquina Valentín Gómez, en el barrio de Almagro.
“El Centro Cultural Archibrazo es un espacio cooperativista ubicado en Almagro, sobre la calle Mario Bravo al 441 de lo que se conoce como la zona del Abasto, que se caracteriza por generar un encuentro permanente entre creadores experimentados y principiantes; este sitio era antiguamente una imprenta y editorial artesanal fundada en 1966 por Juan Andralis, exponente fundamental del surrealismo en Argentina. Juan Andralis estudió pintura con el artista surrealista Batlle Planas y luego viajó a París para integrarse a las filas del movimiento surrealista liderado por Breton. Participó en varias muestras colectivas junto a Man Ray, Max Ernst, Wifredo Lam y demás. Entabló amistades con Tristan Tzara, Jean Pierre Duprey, Benjamin Péret, entre otros. Luego trabajó como diseñador junto a Cassandre y Frutiger. A su regreso fue diseñador del departamento de artes gráficas del Instituto Di Tella y editor de libros”, repasa la defensa.
“No obstante, la parte medular de su herencia artística consiste en la fundamentación de una práctica creativa que continúa la línea de Marcel Duchamp a quién conoció en el sur de Francia. Andralis planteó una ética negadora de las fijaciones narcisistas estrechamente subjetivas, a las cuales sucumben, a menudo, los artistas. Sostenía que la práctica del surrealismo implica tener un pie apoyado en el sueño y el otro pie en la realidad cotidiana, que tiene implicancias políticas. “Ser surrealista, para decirlo técnicamente, es en principio, tener un pie apoyado en el sueño y el otro pie en el asfalto. Cuando digo asfalto es el término moderno para decir barricada, la calle. Es decir, un pie en la realidad dura, como es la cotidiana, que tiene implicancias políticas, y un pie en la otra parte que cierra el círculo que es el mundo de los sueños. El esfuerzo de unir esas dos cosas, esos dos mundos, sueño y suelo, es lo que muy sucintamente puede identificar al surrealismo”; expresó en una entrevista Juan Andralis para la emisión radial Noche Abierta por Esteban Peicovich en el año 1992”, se agrega.
“La imprenta de Andralis fue un lugar de práctica y difusión del surrealismo, oculto y preciado referente de artistas y poetas, durante casi treinta años. Entre los rugidos de las máquinas tipográficas, se generaba una escuela informal de diseño, en la que los discursos universitarios se fusionaron con otros saberes inéditos, móviles, renovadores. Confluyeron todas las artes para difundir las experiencias de las vanguardias y neovanguardias a través de sus protagonistas; el taller solía convertirse en sala de exposiciones para alojar obras de León Ferrari, Federico Peralta Ramos, Pier Cantamessa, Pedro Roth, Juliano Borobio, Roberto Aizenberg, entre otros. También se hacían recitales de poesía en los que se podía escuchar a Enrique Molina y Francisco Madariaga, entre otros”, se agrega.
“Entre los muy importantes libros que se imprimieron en dicha imprenta tipográfica, bajo el cuidado de Juan Andralis, pueden mencionarse los libros de poesía de Edgar Bayley, Oliverio Girondo, Enrique Molina, Basilia Papastamatiu, Esteban Peicovich, Dolores Etchecopar, Carlos Espartaco, una edición bilingüe de Odiseas Elytis y el cuento más largo que haya escrito Jorge Luis Borges: El Congreso. Borges visitó el Archibrazo durante la impresión de su libro. Circulaba entre las máquinas, acariciaba los pliegos, sobrecogido por el olor de las tintas, como un marino “sorprendido por una infinita tormenta”, según la descripción de Vicente Zito Lema, presente en la ocasión”.
“Sus familiares y amigos se propusieron continuar su legado y constituirse en cooperativa con el fin de promover actividades que dieran respuestas concretas a demandas culturales coordinando tres actividades fundamentales: investigación, creación y exposición. Inspirados en experiencias de educación que ponen en primer plano al colectivo, como Nautilius, la Facultad Libre de Rosario y las Universidades Populares Latinoamericanas, se propusieron articular una dinámica de intercambio entre diversos talleres, seminarios, clínicas, cátedras y unidades de producción. La idea rectora de esta experiencia se orienta hacia la estimulación de capacidades creativas inherentes a todas las personas, entendiendo que la práctica artística es educativa en sí misma”.
“Por medio de sus talleres, realizados tanto en sus propias instalaciones como en otros espacios, el ARCHIBRAZO busca generar un intercambio multidireccional de saberes entre creadores experimentados y principiantes que también se proyecta a toda la comunidad por medio de eventos culturales. Tienen como objetivo borrar las fronteras entre el artista y su público, generar un ámbito de capacitación permanente en diversas artes y oficios, por medio de la creación colectiva y la experimentación; un núcleo de actividades, encuentro de discursos, miradas, escuchas y consonancia de intenciones que postulan el arte hecho por todos, no por uno”.
“El esfuerzo por unir el mundo de los sueños y la imaginación con el cemento, la realidad, el territorio y con sus particularidades es la vocación del ARCHIBRAZO, un espacio de relevancia cultural para la identidad porteña, donde se trabaja horizontalmente, de puertas abiertas a la comunidad y en particular a aquellos sectores con mayores dificultades de acceso a los circuitos culturales, para abrir los efectos del intercambio de experiencias y asociaciones, en una red que abre su trama al extremo de lo posible; desde su fundación el ARCHIBRAZO ha recibido distintos reconocimientos entre los que se destaca la Resolución Nº 340/2009 en donde fue declarado de Interés Cultural por la Secretaría de Cultura de la Nación, resultado de una solicitud que impulsó el artista plástico León Ferrari”, finalizó.
J.C.