Comenzó un nuevo año y con eso una nueva esperanza en muchos sentidos. Aunque somos conscientes de las tensiones internacionales, así también como las de nuestro propio continente, además de los desastres ecológicos en diversas regiones… Y como si fuera poco a su vez el poco valor que tiene nuestra moneda. Sin embargo, pese a todo, no dejamos de tener fe en que todos estos son aprendizajes para la nueva etapa que nos toca transitar.
Creemos firmemente en que el compromiso por un mundo mejor debe ser aportado por cada uno que vibre con esa intención. Sin duda somos diferentes y entedendemos las cuestiones de modo distinto, sin embargo, está en cada cual aportar su granito de arena para que este mundo salga adelante.
Los yoguis partimos, en el camino hacia la iluminación que describió Patanjali en la India hace unos veintidós siglos, de las observancias y los preceptos. Seguir estos no solo nos eleva frecuencialmente sino que también nos ayuda a vivir en sociedad. Enumeramos los yamas: no dañar, decir la verdad, no robar, el dominio o cuidado sexual y el desapego. Los niyamas: la pureza, el contento, la perseverancia y/o sacrificio, el estudio de textos sagrados y la consagración a la divinidad.
Confucio propuso unos tres siglos antes y en China que para cambiar el comportamiento humano y manifestar un mundo de paz y armonía, el ser humano debía buscar desarrollar la virtud cultivando la cortesía, la justicia, la sabiduría, la benevolencia y la fe.
Cualquiera de estos consejos se vinculan con la ética y la moral, vocablos que surgen de las costumbres pero hacen ya el tratamiento entre el bien y el mal; “ethos” viene del griego antiguo mientras “moris” deriva desde el latín.
Muchos sabios entienden a la sociedad como un organismo mayor, compuesto por partículas que haciendo lo que corresponde éste funcionará fluidamente. Y esos integrantes tienen a su vez así la posibilidad de progresar en todos los planos, desde el material hasta el más espiritual, pasando por cubrir todas la necesidades que nos da la vida. Siguiendo a Maslow serían las necesidades fisiológicas, de seguridad, de afiliación, de reconcimiento y de autorrealización. Con individuos desarrollados así sin duda estaríamos ante una sociedad más sana en todo sentido.
En definitiva, a lo que vamos es que para lograr un mundo de paz y armonía habría que hacer las cosas desde nuestro lugar lo mejor posible, acostumbrándonos a obrar correctamente. Generando la costumbre de pensar correctamente, para sentir en el mismo sentido y así obrar acorde.
El desafío está dado para quien levante el guante. ¡Suerte con eso!

Rafael Sabini
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