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Trastorno Un culebrón metafísico en el Centro Cultural de la Cooperación

Funciones, viernes y sábado a las 20.

Trastorno Un culebrón metafísico en el Centro Cultural de la Cooperación

Versión libre de Pompeyo Audivert sobre el original EL PASADO de Florencio Sánchez

Después de Muñeca (versión libre del original de Discépolo) y La farza de kis ausentes (versión libre del original El Desierto Entra en la Ciudad de R. Arlt), Pompeyo Audivert nos presenta Trastorno (versión libre de EL Pasado, de Florencio Sánchez) completando así un tríptico de versiones de autores rioplatenses.

Las tres obras cruzan poéticamente, bajo distintas circunstancias aparentes, temáticas de fondo de la teatralidad: identidad y pertenencia, a un nivel extra-cotidiano, sagrado.

Las tres se inscriben en nuestro lenguaje histórico de actuación, aunque en una máquina teatral que los hace valer en otras condiciones, alcanzando su valencia metafísica.

La dirección de Trastorno está a cargo de la dupla Pompeyo Audivert  y Andrés Mangone

 

Estreno para público y prensa: viernes 19 de julio a las 20 hs

Funciones:viernes y sábado a las 20 hs

Teatro:Centro Cultural de la Cooperación

Sala: Solidaridad

Dirección: Av Corrientes 1543

Entradas:$400

Informes y reservas:5077-8000

Duración:100 minutos

 

Sinopsis:

 

En la cima de la pirámide, en ese teatro narcisista y autorreferencial donde la elite engendra y perfecciona sus larvas, se ha producido una fractura, un trastorno moral que amenaza devorarlo todo. La construcción ficcional del poder tambalea, la familia esconde un secreto siniestro que proyecta su sombra más allá de la casa. Se trata de la imposibilidad de sostener el ser por fuera de la coartada del nombre y de la clase, por fuera de la pertenencia a un sistema social y a un andamiaje ficcional de valores.

Como en una tragedia griega, el destino juega sus cartas más allá de la voluntad de los hombres y los vuelve muñecos de sus propios designios, revelándonos así, nuestra pertenencia a un sistema teatral inescrutable que nos mueve como piezas en su propio escenario, que, ingenuamente, consideramos el nuestro.

 

La obra de Sánchez funciona como un caballo de Troya para el desembarco de una revelación devastadora que excede la escala familiar y alcanza lo histórico en todos sus niveles: estamos siendo infiltrados por una identidad sonámbula y parásita gestada por el poder para sus fines, a la sombra de nuestros propios prejuicios sociales.

 

 

 

Ficha artístico técnica:                                                                                               

 

Personajes:                                                                                                                                

 

Rosario: Pompeyo Audivert; Ernesto: Juan Manuel Correa; José Antonio: Pablo Diaz:

 

Silvia: Ivana Zacharski; Mameca: Fernando Khabie: Titi: Julieta Carrera y Arce: Fernando Naval

 

 

Música: Claudio Peña / Iluminación: Leandra Rodríguez / Escenografía: Pompeyo Audivert / Lucia Rabey / Vestuario: Julio Suarez/ Prensa: Daniel Franco

 

Dirección:Pompeyo Audivert  / Andrés Mangone

 

 

 

El teatro trastorna el nivel histórico y lo revela como ficción al oponerle un acto artificial y poético que tiene más potencia, verdad y organicidad, por lo que comporta su forma de producción, que la así llamada realidad histórica, por lo que comporta la suya.

 

El teatro desenmascara al hombre histórico para abismarlo en su verdadera dimensión, el “ser” que no somos, el ser de estructura, el que queda olvidado cuando afirmamos ser la identidad “singular” del documento, del nombre, de nuestra biografía, o la “plural” que al respecto de un nosotros refieren y estabilizan los libros de historia.

 

El actor-actriz tabica frente al público su identidad personal y se constituye en “otro”, en una estructura presencial “máscara” que será defendida por él/ella con cuerpo y alma en unas circunstancias artificiales creadas a tal efecto, ese es el escándalo teatral de base, lo que vuelve poético y revolucionario de por sí el acto teatral: la pulsión de otredad,  el desdoblamiento del actor-actriz como fenómeno paranormal, la escisión, el desencaje del “fiel histórico” (individual y colectivo) para un motivo pugnante y secreto vinculado a la sospecha existencial de poder ser otros. Se trata del pasaje a la clandestinidad de una identidad, la histórica, para des-clandestinizar otra subyacente, la anti-histórica, el ente, la presencia. Hay allí algo esencial que revela el teatro con su existencia y con su operación metafísica: existe una estructura soporte donde se adhieren las identidades aparentes, la ficcional teatral y la ficcional histórica. Esa estructura es la identidad sagrada.

Soporte de una impostura creada y afirmada en el frente histórico, la identidad sagrada permanece en estado de clandestinidad, blindada por nuestro olvido, tabicada por (y para) nuestra desgracia, solo oficia como superficie de inscripción de una fuerza de ocupación ficcional y alienada surgida de las dinámicas sociales descerebradas que rigen el mundo, o, en el mejor de los casos, de una teatral, destinada a representarla y de algún modo, a liberarla.

 

Es por esta sospecha existencial que anima y representa la máquina teatral, que hacemos TRASTORNO (inspirada en “El Pasado” de Florencio Sánchez). Las circunstancias de la obra hablan de la crisis de la identidad histórica desde la perspectiva de una familia del poder:

 

 

 

 

Dice Pompeyo Audivert de Trastorno

La casa del poder es un teatro de grandes telones negros,

dónde la araña reina cría y perfecciona sus larvas.

Como en toda casa del poder, hay un gran espejo narcisista,

un trono, y un piano, además de un busto del rey muerto.

Y también hay un arcón donde se esconden las cosas viejas

que ya no saben dónde ponerse,

un útero donde fermentan

en un extraño escabeche metafísico

los recuerdos y fantasmas del pasado,

con ellos la araña teje su red de versiones ficcionales:

la realidad teatral con que alimenta a sus retoños.

 

Pues la casa del poder es también,

un sistema familiar que engendra sus reemplazos

una línea de sangre que vence al tiempo,

en la vasta red social donde anidan otras arañas

que toman el té y que hablan por teléfono.

 

Pero a veces el destino empecinado

teje redes confusas, de pasado de presente y de futuro.

Entonces la tragedia se avecina,

por senderos o por cauces tenebrosos

y nos toma por sorpresa a la deriva,

sin resguardo, sin amparo, en un recodo.

Y ese sueño y la ficción en la que habitas,

Se derrumba en un instante y quedas solo.

 

Pompeyo Audivert

 

J.C.

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