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Salidas porteñas con niños


Como padre de criaturas pequeñas suelo buscar salidas divertidas por la ciudad que beneficien su desarrollo y estimulen su inteligencia. La oferta es de lo más variada y en esta nota me centraré únicamente en dos salidas que veo como contrapuestas.

El Museo de los Niños en el shopping Abasto. El “museo” es una especie de miniciudad para que los niños puedan ser los protagonistas. Para nada incongruente con su ubicación (un centro comercial) los espacios nos son genéricos, sino que directamente marcas. Así el niño puede jugar a comprar, no ya en un supermecardo, sino en un Coto, “cargar nafta” en una YPF o ir al banco Montoto. Y así sucesivamente. Las grandes empresas toman el género, sin duda auspiciando el espacio -para el cual ya cobran una sabrosa entrada- apropiándoselo, sin dejar lugar para competencias o alternativas, promocionado de este modo la idea neoliberal de concentración del capital. Pero esa es mi lectura y tal vez no sea lo más grave.
     Peor es ver a los niños “consumir” compulsivamente el juego por instantes, descuidando a los otros, para súbitamente pasar al siguiente. Hay en el aire como una especie de nerviosismo ciudadano. Es habitual ver como niños más grandes corren bruscamente a niños menores, mientras sus aburridas madres teñidas hacen la vista gorda para no fastidiar al malcriado. Lo sentí como una escuela ideal para formar niños con codos filosos que entiendan la importancia de las grandes corporaciones (de la cual no serán más parte que un eslabón sustituible). Aunque hay que reconocerle al “museo” sus beneficios en cuanto a cierto despliegue técnico y también a sus rinconcitos agradables, incluso para los más pequeños.

Para una clase social definitivamente más baja el Gobierno de la Ciudad ha rehabilitado el Parque de la Ciudad en el barrio del Soldati. Desde el Abasto se va muy rápido: Bulnes-Boedo y doblando por la diagonal Chiclana que se convierte en Av. Fernández de la Cruz. También va el premetro y algunos colectivos. El estacionamiento sale un peso y la entrada otro (salvo para niños menores de cinco y jubilados o pensionados que directamente no pagan).
     Este gran parque verde que una vez fue un gran centro de diversión apenas tiene en funcionamiento una parte de sus juegos: concentrándose en niños diría de tres o cuatro años hasta los diez o doce. Para entrar a los juegos deben medir cierta altura y pasan de modo gratuito. Las funciones de teatro, danza, títeres o musicales también son sin cargo. Lo que noté es, si bien hay algún que otro intento de algún pequeño sabandija que quiere pontear las largas colas, que en general se le llama la atención y se respetan los lugares en la cola forjando así un modo de conviviencia social. A los niños los percibí bastante tranquilos, tal vez por la sensación de libertad que genera el verde y el aire libre. Y los noté disfrutando de las experiencias diversas que generan los juegos. Además no los noté para nada agresivos, todo lo contrario felices.
     El mayor inconveniente son las colas para los juegos, aunque van rápido. Lo mejor es que hay mucho verde muy cuidado y da como una especie de nostalgia para quienes de chicos amábamos los parques de diversiones.

U.K.

Bs. As. 19 de noviembre de 2007


 

 
 

 
 

 

 

 

 

 

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