Comuna 3 Revista El Abasto 265, julio 2022 San Cristóbal

El Gardel Cabezón de Plaza Martín Fierro: una peregrinación entre casas y garages

En el marco de los festejos por el aniversario del barrio de San Cristóbal, el vecino Eduardo Sábato contó cómo fue el derrotero hasta la instalación del monumento en Urquiza y Cochabamba.
Carlos Gardel, ícono del tango y del Abasto, tiene monumentos por doquier. En estas cuadras se ubica la discutida estatua frente al antiguo Mercado, en la cortada, o el busto de Corrientes y Billinghurst. Más al sur, los homenajes continúan. Dentro de la Plaza Martín Fierro de San Cristóbal se luce un “Gardel Cabezón”, una especie de eslabón perdido entre las estatuas “Moái” de la Isla de Pascua y los muñecos Funko de la cultura pop.
Cómo llegó cada monumento porteño al espacio público encierra una historia en sí misma, con mística y aires de mito urbano. Este caso no es la excepción y se puede decir que hoy se puede disfrutar del mismo en la entrada de Urquiza y Cochabamba gracias a la “prepotencia de trabajo” de sus vecinos, quienes salvaron la pieza del olvido y la destrucción.
Así lo contó el vecino Eduardo Sábato durante el festejo por el aniversario 153 de San Cristóbal, cuyo Día oficial es el 28 de junio. La actividad se desarrolló el sábado 2 de julio a metros del busto de Gardel, al lado de la tradicional fuente de agua del pulmón verde. También se lo puede contextualizar en el nuevo aniversario de la muerte del Zorzal Criollo, ocurrida el 24 de junio de 1935.
La celebración fue organizada por la Asociación Civil Vecinos de San Cristóbal y la Junta de Estudios Históricos de San Cristóbal “Jorge Larroca”.
Ante la invitación de estas fuerzas vivas, Sábato –exconsejero vecinal de San Cristóbal, asamblea similar a los actuales Consejos Consultivos Comunales- contó que la estatua originalmente perteneció a quien fue dueño de Café Arlistán. “Era un gardeliano, por eso tenía la estatua en la fábrica, que estaba en Humberto Primo, entre La Rioja y Urquiza”, contó.
Al morir, sus descendientes no le prestaron atención a la figura y la dejaron arrumbada en un estacionamiento, donde el único cuidado que recibía era del sereno. “Un vecino me contactó al ver que el busto estaba tirado. Fuimos con dos amigos y lo cargamos en una camioneta. Así empezó el derrotero de Gardel por el barrio de San Cristóbal”.
“Recuperamos el busto y lo salvamos de que se destruya, pero no teníamos dónde emplazarlo. Es difícil y burocrático emplazar en la CABA. Lo tuvimos un tiempo en donde era Gricel (La Rioja y San Juan), después fue a parar al local de Jujuy y San Juan. Estuvo en un garage. Lo habíamos puesto en el baño de servicio, el dueño pedía que lo sacáramos porque los inspectores lo multaban. Después fue a otro garage en Independencia y Loria. Lo tuvimos en un local y le poníamos un tablón para usarlo de mesa”, evoca Sábato.
“Un día con el presidente del bochín club de Martín Fierro (el espacio recreativo techado ubicado dentro de la plaza, entre la calesita y la fuente) vinimos y con un albañil pusimos el busto. Le trepanamos el seso a Gardel y lo rellenamos de cemento para que no se lo llevaran”.
Desde ese momento, la figura de Gardel quedó establecida de hecho en la plaza, pero siempre estaba latente el peligro de que fuera removido al no existir una normativa respaldatoria.
Esto se solucionó hace pocos años. Sábato recordó: “Cuando Susana Rinaldi era legisladora porteña se aprobó una Ley que oficializó la presencia del busto en la plaza”. Se refiere a la Ley N° 4.686 de 2013.
El primero de sus dos únicos artículos establece: “Convalídese el emplazamiento de un busto de Carlos Gardel en la Plaza Martín Fierro sita entre las calles Cochabamba, General Urquiza, Constitución y La Rioja”.
Sábato agregó que de vez en cuando visita la plaza para limpiar y acondicionar la figura de Gardel, debido al vandalismo frecuente. Más allá de eso, se muestra contento por cómo se integró al paisaje de la Martín Fierro. Hoy, este Gardel Cabezón es una de las tantas insignias de este barrio que ha cumplido 153 años de existencia.

J.M.C.

Foto: Gabriel Zicolillo, comunero.

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