¿Qué
nos dice el tango de sí
mismo?
Pa`Creer
/ pa´qué mentir
/ que estoy cambiado / si
soy el mismo de ayer...
Si bien los estilos varían
y van evolucionando (o involucionando,
esto queda a consideración
del tanguero), el tango
sigue siendo el mismo de
ayer, es el mismo que surgió
en el arrabal a fines del
siglo XIX, y se hizo pituco
a principios del siglo XX,
cuando se impuso en los
salones. Como decía
Expósito en 1941
en “yo soy el Tango”,
Soy / el tango milongón
/ nacido en los suburbios
/ malevos y turbios. / Hoy
/ estoy en el salón
/ me saben amansado, / dulzón
y cansado... La aceptación
del tango en la alta sociedad
está así documentada
en las letras de tango.
Pero
el tango también
nos cuenta cómo debe
ser bailado, y que los que
lo saben bailar bien no
son exactamente los pitucos,
los lamidos y las shushetas,
ya que aparentemente no
saben de compás.
Marvil y Randal nos dicen
que Así se baila
el tango, sintiendo en la
cara / la sangre que sube
/ a cada compás /
mientras el brazo, / como
una serpiente, / se enrosca
en el talle / que se va
a quebrar... Este tango
está inmortalizado
en la voz de Castillo, y
se cuenta la anécdota
que en sus presentaciones
se armaban grandes tremolinas,
cuando al cantar “¡Qué
saben los pitucos!”,
lo hacía pronunciándolo
fuertemente y hacia ellos,
quienes se enojaban y provocaban
problemas en la pista de
baile.
El
Choclo, tango de Villoldo
con letra del genial Discépolo,
nos cuenta el inicio de
todo, diciendo que con este
tango nació el tango,
y como un grito / salió
del sórdido barrial
buscando el cielo... Asumiendo
que el cielo es el éxito,
y por lo tanto habla de
triunfar en mejores ambientes
que el arrabal. Curiosamente,
la versión de Discépolo
fue la tercera, las dos
anteriores no tuvieron trascendencia.
Finalmente,
a pesar de lo que diga Manzi
en su letra de “Tango”,
con su enumeración
de características
relacionables al tango,
como café de barrio,
fueye, silencio, percal,
recuerdos o dolor; el tango
es también sangre,
pasión y danza, pero
por sobre todo, como dice
él, es corazón.
Catalina
Cabana
[email protected]
Revista El
Abasto, n° 78,
julio 2006.
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