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En tapa: Carlos Monzón; quien también vivó en el Abasto.

  

 


Campeones; boxeo en el Abasto

Mucha gente mira con espanto a dos hombres que se golpean sin piedad dentro de un ring, y sostienen que es una locura, no un deporte ni un trabajo. Otros gozan del sufrimiento ajeno, “castigue Carlos, castigue”. Pero también existe una tercera mirada al rudo arte de los puños. Observando las técnicas, la picardía, el fair play, el valor, o en el lenguaje del box, el corazón, en definitiva el desenvolvimiento en general marcará las personalidades de los hombres. Se pueden observar buenas peleas, con lujos técnicos de combatientes que se han preparado para este fin, como también se podrán ver terribles carnicerías donde el golpear y ser golpeado van de la mano.
      No es lo mismo ver una pelea de Cassius Clay, más conocido como Muhamad Alí, que una de Mike Tyson. Uno era pícaro, un guerrero inteligente, golpeaba y no se dejaba tocar. Y esa inteligencia la reflejó en su vida, convencido de ciertas verdades para él inamovibles; se negó ir a Vietnam a fortalecer el imperialismo de su país y se cambió de nombre al convertirse a la religión musulmana. Además es un hombre que siempre reivindicó al pueblo afroamericano, al cual pertenece.
       En cambio Tyson es un destructor, golpea al costo que sea. Y si no logra ganar siguiendo las reglas hace lo que sea necesario, ya no para ganar el combate de box, sino para ganar una pelea más en su vida, una pelea más sin reglas. Sabemos que cuando el más inteligentemente entrenado Hollyfield le estaba ganando Tyson le mordió una oreja (y le sacó un pedazo), y no sólo una vez, sino ¡dos en la misma pelea! También en su vida se ve reflejada esa violenta personalidad. Estuvo preso, no por negarse a asesinar al pueblo vietnamita, sino por ser acusado de violación y maltrato a una mujer. Al margen de esto, un tipo de aguante, pero ¿qué otras virtudes le vemos?
    Los combatientes son humanos, nos pueden caer más o menos en gracia, muchos pelean por el dinero, otros por el afán de superarse. Sin embargo, todos ellos cada vez que suben al ring ven la vida en una de sus crudezas más grandes: el pugilista está sólo y debe vencer a otro a golpes. Es un mano a mano con las mismas reglas para ambos, hay reglas que seguir y hay además de jueces alrededor un árbitro que los puede separar llegado el caso. En principio el boxeador elige boxear. Nadie lo obliga, aunque se pueda argumentar que la vida los lleva a eso, siempre hay otras opciones, no sé si mejores, reconozco, pero hay opciones. En el caso de ellos no podemos hablar de moral, en todo caso sí de fair play, o juego limpio en castellano.
     Queda abierta la pregunta de si es ético ver como un pasatiempo a dos hombres golpearse.


FOTO: «El Toro Salvaje de las Pampas», Luis Ángel Firpo, despide de ujna trompada al campeón mundial del peso pesado Jack Dempsey. AGN.

Acá en el barrio también tuvimos nuestros boxeadores

Contaremos brevemente sobre los más conocidos...
Septiembre de 1923. El hijo de un pequeño quintero que llevaba a vender sus productos al Mercado, Luis Ángel Firpo, luchó por el título mundial de boxeo contra el campeón Jack Dempsey. Lo más anecdótico es que Firpo -o como lo habían apodado publicitariamente para la pelea en EE.UU.: “El Toro Salvaje de las Pampas”- sacó despedido a Dempsey por encima de las cuerdas de una trompada increíble. El yankee no logró recuperarse, y los espectadores a favor del locatario lo metieron en vilo nuevamente en el cuadrilátero, maniobra que duró más de veinte segundos (recordemos que el nock out se establece luego de diez segundos). A Dempsey lo salvó la campana. Y lamentable-mente una vez recuperado ganó la pelea y retuvo la corona.
      “El Toro Salvaje de las Pampas” había nacido acá nomás en Caballito, sin embargo, su barrio era el del Abasto, y su lugar de práctica, El Abasto Boxing Club, ubicado entonces en los fondos de un garage en Ecuador y Valentín Gómez.
    En el año ´31 pasó a llamarse “Club Atlético Mercado de Abasto Proveedor” y siguiendo la estela del gran Firpo se formaron y surgieron allí varias glorias para el boxeo argentino: Carmelo Robledo, campeón mundial pluma en las olimpíadas de Los Ángeles en 1932; Luis Sardella, campeón sudamericano de los medio medianos en el mismo año. Ambos de nuestro barrio. Así como otros que venían directamente del Mercado, entre otros: el frutero Ángel Baieli, finalista en las Olimpíadas de Berlín en 1936; el inspector Nicolás Carmé, campeón amateur de peso pesado en 1946, y otro verdulero y notable peso pluma, Juan Carlos De Luca.
     Listando a los más destacados boxeadores de nuestro barrio no podemos dejar de lado a uno de los máximos exponentes de este rudo deporte: Carlos Monzón, quien al consagrarse campeón compró el edificio de Jean Jaurés 863, donde vivió un par de años a fines de la década de los ´60.

FOTOS: Carmelo Robledo, Campeón en peso pluma en las Olimíadas del ´32. AGN.

Ulises Karlson

Revista El Abasto n°15, agosto 2000.


Fuentes:
- Julio Tatar, Arnaldo Cunietti Ferrando, El Libro del Abasto, Buenos Aires, Ediciones del Nuevo Milenio, 1998.
- Diversos recortes de diarios y anécdotas de vecinos.

 

 

 

 

 

Mercado de Abasto Proveedor
Barrio de tango
Carlos Gardel desde el Abasto
Campeones; boxeo en el Abasto

Luca Prodan, el pelado del Abasto

II Concurso Literario, Pecados Capitales

 

 

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