Revista El Abasto 232, octubre 2019 Sin categoría

Alex Gottfried Bonder: “Esta foto en el Abasto refleja la integración de las colectividades”

El fotógrafo callejero retrató (véase página 8) el paso de un rabino ortodoxo en la esquina de Anchorena y Zelaya, frente al mural de Carlos Gardel hecho por Marino Santa María. La llamó “Sobre sombreros” y logró el primer puesto del concurso organizado por la Subsecretaría de Derechos Humanos y Pluralismo Cultural del Gobierno porteño. En el mes de noviembre, expondrá su obra en el Museo de la Ciudad (Defensa 223).
“Camino muchas veces por las mismas calles. Es un trabajo que va con la mirada y las emociones, trato de plasmar lo que la gente no ve en su caminar. A veces la imagen es totalmente espontánea por algún hecho sorpresivo, pero también a veces me pasa de ser esclavo de mi imaginación”, dice el fotógrafo callejero Alex Gottfried Bonder, ganador de la 12° edición del concurso Transparesencia.
Su obra capta la fuerza y plasticidad de paisajes o secuencias irrepetibles, entre lo cómico y lo absurdo, siempre enmarcado en muros o cielos porteños: “Hay una arquitectura fija que te da contrastes, luces y sombras, sitios que son reconocibles. También hay un contexto que cambia todo el tiempo, las paredes hablan con sus grafitis o publicidades”.


Alex nació en Chile, vivió en Israel, Italia, Suiza y luego vino a Buenos Aires, a Palermo. A mediados de los años noventa empezó a trabajar como fotógrafo de cirugías para la Facultad de Odontología (UBA); de hecho, a pocas cuadras montó un estudio. Desde ese entonces también camina con su cámara en mano en busca de instantes porteños: “La ciudad es dinámica, más allá de la gente, que muchos son personajes entrañables con una expresividad enorme”.
“Ahora salgo casi todos los días”. Por eso tiene material para publicar a diario en su cuenta de Instagram y Facebook. Luego de haber publicado un primer libro (Caminando Buenos Aires), con el eje puesto en situaciones contrapuestas, ahora trabaja en uno nuevo. “En todos estos años saqué miles de fotos, tengo como para dos más. Lo que me da orgullo es ver la evolución de mi mirada a través de las fotos, sabiendo que uno siempre está aprendiendo, que siempre se puede mejorar”.
También participó en concursos (logró el tercer lugar de Transparesencia 2017) y en exposiciones: “Es una gran satisfacción cuando ves tu trabajo montado y que la gente disfruta, se queda viendo o se ríe con tus fotos, le da valor a la inversión y el sacrificio”.
Sobre la foto del Abasto, Alex cuenta: “Siempre se necesita una cantidad no menor de suerte en este tipo de fotografía, ya que no pocas veces pasa que se nos cruce otra persona por delante. El día que la tomé vi venir al rabino por Anchorena. Como no dobló, me puse atrás de un tacho de basura y me asomé con la cámara. Cuando pasó frente al mural saqué como ocho fotos seguidas. Elegí la que más me gustó. Funcionó. Muchas veces no funciona porque la foto no tiene la fuerza suficiente, porque se te cruza alguien”.
“El nombre vino después. No le pongo nombre a las fotos que saco, pero el concurso lo pedía. Se me ocurrió desde un lugar de ironía y humor, que es una constante en mi trabajo, por el tema de los sombreros. Esta foto tomada en el Abasto documenta lo que era la temática del concurso, que es la integración de las colectividades”.
Si bien Alex trabaja sobre personas, secuencias o momentos, también hace retratos. “Voy por la calle y si una persona me llama la atención le pregunto respetuosamente si le puedo sacar una foto y luego en caso de que le guste se la mando. Hay rostros con una fuerza y una expresividad que cautivan, si bien hasta hace algunos años me daba vergüenza, ahora me animo y pregunto”. Algunas veces con estas personas ha llegado posteriormente sesiones de fotos en su estudio.
Para Alex, Buenos Aires “es, como toda metrópolis, riquísima en lo visual”, pero asegura que aun así, hay que estar siempre muy atento a sus instantes: “En algún momento empezás a ver las cosas que pasan a tu alrededor. Si le preguntás a alguien que va apurado, nunca ve nada, pasó con la mirada baja, compenetrado en mil cosas. Caminar con la cámara por prolongadas horas me permite ser testigo de infinidad de historias que se suceden segundo tras segundo, las 24 horas del día, 365 días al año”.

J.M.C.

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