Revista N°202

Desechos de nuestra sociedad: ¿ver su origen o su final?

El trabajo del reciclado de los desechos está encaminado en lo que respecta a los consumidores. Falta poner en la mira a las empresas que son las grandes contaminadoras...

Se dice, y es cierto, que la cuestión de los residuos sólidos urbanos de origen domiciliario es el mayor problema de la ciudad. El que insume el mayor presupuesto. Deberíamos decir que es el que tendría que insumir nuestra mayor energía para resolverlo, encauzarlo, aprovecharlo o achicar el daño que por lo visto resulta ímprobo evitar.
     La nueva administración, que arrancó con el triunfo de Macri hace exactamente diez años, prosiguió la política de atención a los residuos que se había impuesto sobre todo a partir de la crisis de 2001-2002 que nos permitió ver la insensatez de algunas “administraciones” de residuos.
     Es muy significativo que en un momento que vivimos, la sociedad vivió como un estrechamiento de las posibilidades materiales, haya sido precisamente el momento en que se empezó a hacer conciencia de la dilapidación cotidiana que la sociedad se permitía con los residuos.
    Con el menemato, la sociedad porteña había llegado a un desperdicio cotidiano per cápita solo superado por ciudades como Nueva York, caracterizándose por un poco honorable segundo puesto por encima de las montañas de basura de las ciudades europeas o de la vecina Montevideo…
    Cuando comienzan los planes de recuperación (que por otra parte todas las sociedades siempre habían tenido, con “las botellas, diarios viejos compro”) empiezan a recorrer las calles “cirujas”, “cartoneros”, finalmente designados con algo más de precisión y justicia como “recuperadores urbanos” e introducen en el existente comercio de la basura otros criterios, otras valoraciones.
      Hasta entonces, el municipio concesionaba la recolección y pagaba al concesionario “al peso”.
      Los recuperadores justamente sustraían de ese volumen lo aprovechable, p. ej. mediante el reciclado.
      Es el momento en que nuestro actual presidente Mauricio Macri, entonces titular de una de las empresas concesionarias de la basura porteña, reclama contra los cartoneros que “robaban” materiales y consiguientemente llevaban a las empresas a cobrar menos por la recogida.
     Era el momento en que chocaba el criterio tradicional del manejo de “la basura” y este nuevo aire, también económico, por el cual entre los desechos había materiales valiosos que había que recuperar y reintroducir en el circuito material de la sociedad.
     La cuestión era entre ganar plata con la basura y cerrar allí el circuito, o ganar economía desarrollando justamente el circuito material con nuevos usos, nuevas aplicaciones (y consiguientemente menor uso de materiales nuevos)
     Entendemos que esta segunda forma de ver la economía de los desechos se ha ido ampliando y que políticos de Cambiemos, con Macri al frente la han adoptado. Para congratularse.
     La administración actual ha ido perfeccionando un método de rescate de materiales. Por ejemplo, con mucho tino se recomienda que los productos reciclables estén secos (limpios y secos) porque la humedad facilita la putrefacción y eso dificulta su aprovechamiento mediante reciclado. Yo señalaría en primerísimo lugar que el mal olor de tales desechos invade y afecta en primer lugar a los rescatadores, a los recuperadores de materiales. Lo cual es una profunda injusticia.
     El gobierno de la ciudad ha ido publicando algunas guías cada vez mejores, más afinadas en la percepción de las dificultades.
     Se le enseña a la población que no todo papel o cartón sirve; que aquellos que, p. ej., contuvieron pizza y están impregnados de restos alimentarios no se pueden reciclar.
     Presentan una lista bastante completa y precisa para que aprendamos a discriminar, por ejemplo aquellos papeles o cartones que NO se pueden reciclar: “papel o cartón plastificado, servilletas o pañuelos descartables, papel de fax, tickets de papel termal, papel carbónico, metalizado autoadhesivo, vasos encerados.” En esta enumeración habría que ser más preciso con el enjambre de boletas y comprobantes provenientes de las minibobinas o rollos, acerca de si son reciclables. Pero es una lista elaborada.
Sin embargo, entre los papeles y cartones admitidos incluye: “envases tetra-brick, de jugo, vino, salsa, leche”.
     El “tetra” presenta una doble dificultad: primero que por contener alimentos líquidos y putrescibles, su limpieza es particularmente exigente. Pero hay algo previo y más grave: los envases tetra-brick -invento sueco antiecológico por excelencia- están compuestos por cuatro capas, una de papel, polietileno (dos capas) y una de aluminio. Son absolutamente inseparables físicamente hablando. Su parte plástica, su parte metálica y su parte celulósica son absolutamente inaprovechables para cualquier reciclado. Asombra su recomendación.

Pero hay algo todavía mucho peor que estas observaciones u objeciones. Y es que toda la política del equipo Macri-Cambiemos está dedicada y empeñada en lograr modificar (y mejorar) conductas de los consumidores, pero sin el menor atisbo de control y exigencia ambiental, ecológica, para los productores.
     Se le marca a los consumidores lo que tiene que hacer con los envases, con los residuos, pero buena parte de los problemas planteados provienen de una instancia anterior, previa, que generalmente está en las formas de producción.
     Por cierto que se ha ido desarrollando toda una política y una normativa para ir frenando “las industrias sucias”. Cada vez, nos damos más cuenta que tales industrias más que sucias son suicidas y, de rebote, asesinas.
    Y vemos también que cuesta mucho enderezar algunos “usos” y abusos, del agua, del aire que es de todos y se lo apropian unos pocos
    Pero, algo avanzamos, restringiendo la contaminación acuática y atmosférica.
     Pero veamos un paso más. Atendiendo precisamente a la cuestión ambiental, la contaminación, la ecología, la recuperación de materiales.
     ¿Porqué tenemos que admitir botellas de vidrio con partes plásticas que la empresa ha adoptado para su conveniencia pero que desde el punto de vista de la recuperación de materiales presentan tantas dificultades (su separación)?
     ¿Por qué tenemos que admitir sobres de papel con ventanillas de plástico que hace que no se los pueda recuperar ni como papel ni como plástico? Solo porque el mundo empresario ha descubierto que es una forma cómoda de situar el destinatario en un sobre, valiéndose del dato ya impreso en el papel interior…
    ¿Por qué tenemos que consumir blixters (o blíxteres, hasta del vocablo en castellano carecemos) una mezcla irrecuperable de metal y plástico en lugar de seguir usando para los múltiples medicamentos frascos de vidrio o en planchuelas preferentemente de un único material (por lo tanto reciclable)?

Porque, observe el paciente lector que hasta aquí ha logrado seguirnos, centrar la cuestión de los desechos en sus tramos finales equivale a la vieja y sabia expresión de “agarrar al rábano por las hojas”; hay que encarar la cuestión no hacia el final de lo configurado sino desde la configuración, lo que es el proceso productivo.
     Hay que diseñar los objetos de la vida cotidiana atendiendo a criterios ecológicos. El mundo empresario no puede pretenderse protagonista de nuestro destino planetario. Al contrario, sabemos que buena parte, la mayor parte de nuestra problemática ambiental proviene de los desaguisados monstruosos que han llevado adelante las empresas, saqueando, envenenando, mutilando la naturaleza por mantener o elevar la rentabilidad.
     Vemos que el gobierno, tanto el nacional de Cambiemos como el municipal de la CABA, han estado desarrollando ideas, criterios, reglamentaciones, información, sobre qué hacer con los desechos cotidianos.
    ¿Podemos pensar que el gobierno tenga una mirada hacia la otra punta del circuito?
    Limitar ganancias al mundo empresario tiene una gravedad escalofriante. Invirtiendo el cuento del escorpión y la rana, tendríamos que pensar que algunos consideren: “No está en nuestra naturaleza”.

 

Luis E. Sabini Fernández
[email protected]

 

 

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El aceite usado de cocina va a parar muy frecuentemente a la pileta de la cocina o al inodoro. Para revertir esta situación, 30 Puntos Verdes de la Ciudad recibirán el aceite usado de cocina de los vecinos para reciclarlo y convertirlo en biodiesel de segunda generación (2G), un combustible que además produce menos emisiones de gases de efecto invernadero que los provenientes de fósiles.

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