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Fuimos de visita al atelier de Miguel Dávila quien nos estuvo contando sobre sus comienzos en las artes plásticas y su necesidad de expresión por ese camino.

“La expresión tiene que ser libre”

Fuimos con Pablo Ciliberti a entrevistar al maestro pintor Miguel Dávila, vecino de la calle Ecuador, casi Corrientes donde nos recibió con su característica bienvenida. Su lugar de trabajo es muy agradable, ordenado e inspirador para la creación plástica. Sin duda el seguir conectado con su pasión y su necesidad imperante de expresarse diariamente mediante la pintura es un excelente antídoto “antiage” que si lo vendiera enfrascado sería multimillonario. Vive en el Abasto desde 1979. Ha expuesto en los más prestigiosos lugares como el Palais de Glas, el Centro Cultural Borges, el Centro Cultural Recoleta y tantos otros. Ahora está preparando una muestra que irá a la Galería Castagnino, de la calle Juncal al 700. También se comprometió a decir unas palabras en el homenaje a su difundo amigo, colega y vecino Claro Bettinelli dentro del marco de un seminario de Cultura Abasto que se hace el 17 de agosto en la Universidad de Palermo.

R.S.:Cuéntenos un poco sobre sus orígenes...
M.D.: “Predominó el hecho visual. Creo que eso me llevó a tomar el pensamiento visual, el pensamiento gráfico. Si me pongo a recordar calculo que de chico ya pintaba. Pero todos los pintores te lo van a decir exactamente lo mismo. De chico ya tenía esa idea de la gráfica. Me motivaba más. El pensamiento estaba siempre puesto sobre los hechos gráficos. Yo vivía en un pueblo muy chico de La Rioja y en esa época no existía la televisión. Ni siquiera había un cine. Lo único que había eran libros. Mi padre tenía y además me cambiaba libros con mis amigos. En el pueblo estaba un pintor que se llama Anganuzi. Era, digamos, «El Pintor». Yo tenía un amigo que lo seguía y pintaba paisajes. Yo de chico los acompañaba, le sacaba el cartón de las cajas de zapato de mi madre, conseguía unos colores y también pintaba paisajes. Siempre estaba presente el álamo y las perspectivas de las calles, las casas. Ésa fue mi primera formación. Después, durante la secundaria, tenía un tío que estudiaba dibujo por correspondencia de la academia Zier. Con mi primo, gran artista fallecido, estábamos en un galpón en la casa y dibujábamos. Siempre había alguna empleada que posaba desnuda para que podamos dibujarla. Si no, nos dibujábamos entre nosotros. Llegaba mensualmente lo de la academia Zier. Mi tío hacía los deberes, después su hijo, o sea mi primo, y después los hacía yo. Resultó que mi tío recibió el título. Después vine a Buenos Aires y entré en la Academia. Después Spilimbergo se va a Tucumán y yo me fui allí donde estudié cuatro años en la Escuela Superior. Volví a Buenos Aires. Siempre trabajando dentro de las artes visuales, hasta hoy. Tuve y tengo alumnos, más que nada particulares. Me fui defendiendo.
“El arte es muy generoso. Uno va siempre manteniéndose dentro de un ritmo. El pintar es una necesidad. Podría pasar a ser un comercio, un negocio. Pero no tiene nada que ver con el arte. Yo siempre he tenido respuesta.”

R.S.: ¿Qué sentido tiene la pintura abstracta? ¿Es una búsqueda del artista o es para cierto sector?
M.D.: “Es una forma de expresión. El arte no necesariamente tiene que ser interpretado. El arte llega en última instancia a ser un hecho sensible. Dentro del arte existe lo figurativo, realista o hiperrealista. Y muchos -ismos son modas, otros engaños, algunos pasan a ser negocio. Es decir, hay muchas interpretaciones. El arte queda. El Greco estuvo varios siglos en sótanos y ahora es un gran artista. La deformación de El Greco en su momento no fue aceptada. El Greco no podía quedar olvidado para siempre.”

R.S.: ¿Pero el artista tiene por objetivo trasmitir algo?
M.D.: “Y sí, todo se transmite.”

R.S.: En última es un intento de desencadenar una cadena de interpretaciones semióticas. En su muestra por ejemplo ya con el título lo deja a uno pensando: “Semejantes, no iguales”.
M.D.: “Bueno, claro, ahí hay más que nada un pensamiento filosófico. No existe un hecho igual, todo es distinto. No hay nada igual, se parece nada más. Y con las ideas pasa lo mismo, hay ideas que se parecen.”

P.C.: ¿Hacia dónde marchamos en materia artística ahora que se han volteado todas las barreras posibles?
M.D.: “Yo creo que el sentimiento del arte, y la necesidad de transmitir en términos visuales sigue. La pintura va a seguir porque quien tiene necesidad de transmitir así lo va a seguir haciendo.”

P.C.: Pero hay cosas que cuarenta años atrás no existían y le toman la atención al espectador e influyen en su interpretación o en su tiempo para ir a una galería. Hoy una persona se sienta en una computadora y tiene acceso a miles de imágenes en minutos.

M.D.: “Y sí, es otra forma de moverse, de pensar.”
R.S.: De todos modos para ver las imágenes en una computadora alguien las debe haber pintado.
P.C.: Sí, pero ya mucho se maneja desde un espacio cerrado, sin necesidad de salir.
M.D.: “Y sí, hay un cambio. Pero viene de hace tiempo. Es otra forma. Una vuelta en el año ´61 vi una muestra en el Museo de Artes Moderno de París donde había un Cadillac lleno de gallinas expuesto.”
P.C.: Ahora hay un tiburón en formol que está causando mucho revuelo porque parece que se está descomponiendo.
M.D.: “Breton presentó un inodoro.”
R.S.: Y Duchamps un mingitorio.
M.D.: “La expresión tiene que ser libre.”
R.S. Son barreras que se han roto, porque como Ud. decía no se entendía El Greco, y ahora sí se lo aprecia. Cuanto más barreras rotas debería ser mejor para el arte, más libertad.
M.D.: “Y sí, es una forma de verlo. Los que pintamos seguimos pintando porque es una necesidad expresarse.”

Entrevistaron: P. C. Y R. S.

Revista El Abasto, n° 79, agosto 2006.

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