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El Banderín


El calendario de la esquina superior izquierda muestra el año de la fecha: 1954. Vemos a Justo Riesco, mateando, detrás de la barra, entonces de estaño.

El Banderín es un bar muy original, se siente su peso histórico y el tema de que las paredes estén forradas de banderines deja admirado a más de uno. Mario Riesco, el dueño cuenta que comenzó a coleccionar banderines y colgarlos en el bar, cuando tenía unos quince años “con mi compadre traíamos de la cancha luego la gente que viene me trae. Hay turistas que se entusiasman y luego me mandan de su país para que no falte su equipo”.
Sus hijos, Silvio y Mario César, componen la tercera generación. “Mi papá, Justo Riesco, empezó en el año ´26 acá. Antes tenía un bar/almacén con su hermano, enfrente de la casa de Gardel. Ahí Gardel era cliente, de mañana se tomaba una grapita y después lo venían a buscar con un coche. En el ´26 se separó de mi tío y vino para acá, Guardia Vieja y Billinghurst. Gardel vino incluso a visitarlo acá unas cuantas veces.”
Me cuenta que una vez se topó con Miguel Ángel Firpo y descubrieron que ambos tenían padres asturianos y entablaron una relación. Otras figuras que han pasado o pasan por el bar son Tato Bores, quien filmó un show in situ. Vinieron y/o vienen Adolfo Pedernera, Badía, Quique Pesoa, Amalita Baltar, Ernesto Baffa quien estaba presente en el momento de la nota. Pugliese venía y Rufino era amigo del padre. Marini un cantor de boleros del barrio venía al bar, también Torini y Clemente Rojas.
Indudablemente la mayoría de los clientes son del barrio, nos cuenta Mario, “antes eran más los que venían, todos paraban en los boliches, de mañana antes de trabajar, una copita, al mediodía, antes del almuerzo, un “vermucito”, de tarde unos partidos al truco o al cabrero, jugaban por los vermouth se iban a cenar y después se salía de nuevo, al bar o a la vereda.”
Respecto a la época del Mercado comenta sobre la confianza: “muchos puesteros del Abasto, enrollaban el dinero en papel de diario y te lo daban para que lo guardaras detrás del mostrador. A veces se iban y venían a buscarla al otro día. La palabra valía...”

R.S.

Revista El Abasto, n° 39, octubre 2002.


 
 

 

 

 

 

 

 

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