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Encuentro con Virginia Janza,
poeta, chef y escritora del Once

Rulos colorados llenos
de poesía ululan en el Once

La escritora y vecina celebra un año intenso: presentó la antología Tetas. Historias de pecho, en octubre publica su libro de poemas Madreselva y festeja una década en Siempre de Viaje Literatura. Pronto editará un libro con crónicas del barrio y, por si fuera poco, integra Maldita Ginebra, el mítico ciclo poético del Abasto.


    Virginia Janza vive en Once. También es colorada y tiene rulos. Es poeta y chef. A la poesía y a la comida les pone su toque, su picante. Y, sobre todo, su vitalidad. Sus años de lectura la formaron como profesora y licenciada en Letras (UBA), también enseñó en la Universidad de Palermo y la escuela Carlos Pellegrini. Coordinó talleres y ciclos literarios. En Viajera Editorial y Textos Intrusos arma antologías de relatos y cuentos breves. No para. También le dio el tiempo para publicar La Cajita de Pandora (Viajera Editorial, Buenos Aires: 2008), Ocultemos (La Propia Cartonera, Montevideo: 2010), Lado Géminis (Viajera Editorial, Buenos Aires: 2012). Y tiene muchos más proyectos en camino.

-¿Qué es el proyecto Tetas? ¿Cómo fue la experiencia de hacer dos presentaciones?
-Tetas. Historias de pecho es la primera de una serie de antologías que estoy armando para la colección Historias Intrusas. Va a haber muchas, de temas variados, jugados, diría. Hay en su mayoría relatos, pero no excluyo los poemas que pueden contar algo interesante. Las presentaciones son dos (fueron los primeros fines de semana de agosto en Membrillo Cultural y El Quetzal de Palermo) porque hay diez autores, porque cada autor quiere que vengan sus amigos y su familia y tienen que vender sus libros. Y porque creemos en los refranes y los huevos se ponen en varias canastas.

-¿Qué es lo que más te llama la atención o te gusta del Once?
-Me gusta la vitalidad durante todo el día, la superpoblación, la cumbia y los colores, el olor a guiso, los negros, las telas, las noches desiertas, que me compro ropa rápido, sin probarme, barata y siempre me queda bien, que tengo vecinos que viven con la puerta abierta, que veo el Obelisco, que la bicisenda es de los peatones.

-¿Qué nos podés adelantar del libro de narrativa “Once”?
Nada. Solo que pensé que iban a ser crónicas del barrio y ahora parece que es una novela sobre la separación, la soltería y el desamor.

-¿Cuáles son los sitios donde has leído que te han gustado más?
-Me encanta leer. Me encanta que existan ciclos y que me inviten y nos invitemos a leer y difundir lo que hacemos. Aun cuando tenemos la ideología dominante en esta ciudad en contra, igual nos la arreglamos para movernos y mover lo que hacemos. Agradezco mucho a todos los ciclos pero por lejos mi lugar favorita es Maldita Ginebra del Abasto Base.

-¿Cómo han sido estos años 10 años en Siempre de Viaje Literatura?
-Intensos, como fue todo en estos últimos diez años. Hubo mucho aprendizaje, muchas charlas con Karina Macció, viajes, eventos, encuentros. La verdad que laburar con alguien que querés y que respetás es un sueño, hacer lo que te gusta y vivir de eso es un milagro. Yo trabajo en un paraíso, en un oasis en el medio del Abasto que llamamos la Guarida Literaria. Ahí funcionan los talleres, nos juntamos a comer y a ver cine, a tener hermosas charlas, a bailar, a estudiar, a trabajar por lo que creemos, en lo que confiamos. Trabajar en Siempre de Viaje es un orgullo y una alegría. A veces miramos la luna, y paramos la clase. Porque ese tipo de momentos construyen nuestro día a día.

-¿De qué se trata “La Dominga, literatura y tapas”?
-La Dominga es el primer proyecto que tengo con Carolina Lesta. ¡Pero no el único! En La Dominga, elegimos un tema, leemos y escribimos, mientras los invitados devoran las ricas tapas que nosotras cocinamos. Viene también un músico que comparte su arte pensando siempre en el tema elegido. Es el primer acercamiento a fundir mis dos pasiones, la cocina y la literatura.

-¿A futuro qué plantes tenés? ¿Publicaciones en camino?
En octubre sale mi tercer libro de poemas, o cuarto, depende. Se llama Madreselva y saldrá por Textos Intrusos. También tengo mi primera novela, Alfonsina, en proceso de publicación. Y ya sabés, estoy escribiendo un libro que pretende ser de crónicas de Once. ¡Pero no lo es!

J.M.C.


Texto de Virginia Janza
Situación con policía
Atravieso el Once, y corto por adentro. Estoy en Sarmiento y BSM (Boulogne Sur Mer), unos tipos discuten, bardean un poco. Pero algo me dice que todo hubiera quedado ahí si no hubiera intervenido Mr. P. Mr. P. cruza la calle y les empieza a gritar. Hasta ahí sólo miro de reojo (mi idea inicial era continuar por Sarmiento). Los gritos se transforman en insultos y provocaciones. Intrigada doy la vuelta, vuelvo sobre mis pasos y decido prestar atención y seguirlos por BSM.
Me sorprende que este señor que viste uniforme y lleva una nueve en la cintura esté tan desaforado. Uno de los borrachines le dice algo, Mr. P. decide acosarlo. Lo persigue, lo insulta cada vez más fuerte. "Vení, le dice, te voy a cagar a palos!". Yo lo sigo de enfrente, mirando y escuchando azorada. Por supuesto que Mr. P. gana la desigual contienda. Los borrachines se van silbando bajito.
Yo espero, aún lo sigo. Veo que en la esquina hay dos policías más y que Mr. P. se dirige hacia ellos. A modo de emboscada, me acerco y justo cuando estamos a dos metros de los otros azules, le digo con mi voz más inocente pero elevada para que los otros escuchen: "Disculpe, oficial. Usted está para preservar el orden y la seguridad pública, no para pelearse con borrachos de igual a igual como si estuviera en un bar".
Mr. P. me mira con odio y exclama con fastidio que cómo quiero que los eche, si pidiéndoles por favor. "Exacto. Tiene que hablarles con respeto". En el ínterin, sigo caminando, y ya bajo el cordón para cruzar y seguir mi camino, cuando Mr. P. suelta, con un tono que intuyo como amenaza: "Cuidado, señora, no sea cosa que la pise un auto por defender a los muchachos". "No se preocupe que a mí no me va a pisar nadie, le contesto, y yo no los defiendo, sólo le recuerdo que usted está trabajando y debe dirigirse a todos con respeto".
Miro de reojo su cintura, su nueve y su palo que ostenta sin pudor. Él mira mi flamante pelo rojo, lo mira intimidado. Los dos tenemos armas. Los otros policías observan incrédulos la escena. Un pibe sale de la nada y me dice que el policía parece más delincuente que los muchachos a los que estaba echando. Lo miro aburrida. Pienso por qué no intervino antes, en vez de venir como una vieja chismosa a brindarme un apoyo que no preciso. Yo también ando armada.


Revista El Abasto, n° 183, septiembre 2015



 

 

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