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La vecina poeta, Leticia Martin, publica su primera novela

“Escuchar el deseo propio en un mundo de deseos fabricados por otros es el único camino genuino para crear”


Vecina de Almagro, poeta, crítica y amante del teatro independiente. Este año, con la publicación de Breviario o el oficio religioso y la pronta salida de su primera novela, El Gusto, Leticia Martin, tal como sus creaciones tipográficas, atraviesa un periodo creativo para seguir bien de cerca. Charla y reflexiones, con yapa anecdótica del Abasto, de esta “militante de la literatura”.

Aparte de poesía hacés crítica teatral. ¿Cómo es la experiencia de comentar lo teatral desde tu perspectiva?
El teatro me gusta. Sobre todo leerlo. Veo muchas obras, escribí mi tesina de grado sobre el teatro independiente y a partir de esa experiencia, y de mi paso por Timbre4, comencé a trabajar el género. A decir verdad Celia Dosio me ofreció publicar en su medio www.elcircuitodeteatro.com.ar las críticas y reseñas que escribiera y eso terminó de entusiasmarme. La crítica es un género interesante, nada simple, y la práctica de ir a ver teatro me sirve mucho para pensar las historias, los modos en que se narran y las temáticas que está visibilizando el teatro independiente, que es el teatro que más me interesa.

¿Cuánto peso tiene el oficio y cuánto el talento a la hora de escribir?
No pienso en términos de talento. No creo que sirva hacerse esa pregunta. Voy para adelante todo el tiempo. Hago lo que me da placer. Si se me cierra una puerta, abro otra. Creo que escuchar el deseo propio en un mundo de deseos fabricados por otros es el único camino genuino para crear. Siempre le digo a mis alumnos que todos podemos tener talento para lo que nos propongamos hacer y que una obra es mejor que otra de acuerdo al amor y al tiempo que se puso sobre ella.

¿Cómo es el proceso previo a escribir? ¿Das muchas vueltas? ¿Tus borradores son caóticos?
Escribo de mañana. Mientras hago la chocolatada a mis hijos y preparo sus viandas para el cole voy llevando a la cocina la compu, el mate, los libros y los apuntes. Me baño temprano para tener todo listo cuando regreso de llevarlos a la escuela. De ese modo le exprimo al día las mejores horas. Claro que a veces me embalo y escribo a la noche, o los fines de semana, o anoto alguna idea durante la tarde, en el trabajo. Pero si no hice rendir la mañana es dudoso que ese día sea un buen día.

¿Qué escritores contemporáneos tuyos rescatás?
Me gusta como escriben Guillermo Saccomanno y Abelardo Castillo. Hice taller con ambos; pero no fueron buenos docentes para mí. Cuando comencé taller con Juan Diego Incardona se me desató la mano. Abrí mi blog www.cadadiafaltamenos.blogspot.com y empecé la cuenta regresiva. Después encontré en un mesón Lejos de Berlín de Juan Terranova y leí la solapa. 1975, mi categoría, dije. Y me dio envidia cómo un pibe de mi edad podía tener tanta obra, tan bien escrita, así que leí todo lo suyo y empecé taller con él. Ésa es mi línea. Te leo y si me rompés la cabeza te voy a robar los secretos. Nunca sé si voy a poder, pero lo intento. Lo mismo hice con Pedro Mairal, que para mí es ÉL narrador-poeta, o poeta-narrador de nuestra época. Si Leonardo Oyola diera talleres estaría firme anotando lo que diga. Siento que esta generación entendió que el límite entre poesía y narración es difuso y trabaja en esos grises. Ahí me quiero encolumnar.

En una nota comentabas sobre “empezar” a sentirte escritora.¿Es un proceso ya concluido o sentís que es un proceso continuo?
Yo siempre digo que escribo. Escribir es un verbo, una acción que realizo y que nadie puede negarme. Mi práctica es esa y la ejerzo. Cuando se habla del “ser” entran en juego un montón de otras cuestiones. ¿Quién es escritor? ¿El que se siente? ¿El que lo dice? ¿El que trascendió? ¿El que vende libros? ¿El que publica? No me interesa entrar en esa línea de pensamientos. Me quita más de lo que me da. Por eso no digo que “soy” escritora, o poeta, o crítica. Simplemente voy ejerciendo de acuerdo a mis necesidades y deseos las prácticas que me dan felicidad. Soy una persona que trabaja. Una militante de la literatura, como dice Incardona.

Aparte de libros que te influyeron, qué otras manifestaciones (cuadros, música, etc.) influyeron o influyen en vos?
El teatro ha sido una gran escuela para mí. Claudio Tolcachir es un dramaturgo y director increíble. Tiene una sensibilidad de otro planeta, sabe transmitir todo lo que tiene y es muy generoso con lo que sabe. Además es un gestor apasionado que siempre impulsa a los demás a hacer lo suyo. El teatro abrió muchísimas posibilidades expresivas en mi persona. Pero el teatro, para mí es lo que enseña Tolcachir, no cualquier otra cosa.

En la misma entrevista resaltás la frase “Historias que no venden nada”:¿Qué sentís que reivindica?
Esa frase es en verdad el nombre de una antología compilada por Jorge Ponce Betti que se publicó en 201o a beneficio de un jardín de infantes. Nadie ganó un peso. Ni los ilustradores, ni la imprenta, ni los escritores, ni el Malba que prestó sus instalaciones para la presentación. Nadie. Fue un esfuerzo mancomunado de un loquito como es Jorge, que cree en el bien común más allá del esfuerzo individual.

Hablás sobre tu primera publicación con cariño. ¿Qué hay con las demás?
La comparación de un libro con un hijo es una estafa enorme. Lo único que hay en común entre esas dos entidades que salen de uno, es el amor. El mes próximo sale El gusto, mi primera novela. No sé cómo será recibida, ni qué van a leer quienes me hagan el honor. Pero algo sí sé, y es que a mí me rescató escribirla.

¿Sentís que hubo muchos cambios en vos, en tus búsquedas personales?
Cambiar es un aspecto de la superación. Espero que sí. Espero estar y seguir cambiando.

¿Cuáles son los temas que más te inspiran a la hora de escribir?
Me interesa lo cotidiano, contar mi época, el amor y la neurosis obsesiva.

¿Vos vivías en Almagro, no? ¿Hace mucho que vivís ahí?
Nací en de Lomas del Mirador y, como digo siempre insistiendo sobre los límites, nací diez cuadras al otro lado de la General Paz. El Oeste es una herida en la piel. No hace falta tatuarse. Crecer en el conurbano deja marcas, educa la sensibilidad de determinada manera. Yo tengo una imagen dolorosa del mundo que no quiero olvidarme, un poco porque soy eso y otro poco porque eso quisiera cambiar. Desde el 1998 vivo en Almagro. Me gusta mucho el barrio y de acá no pienso moverme.

Como la revista es de la zona de Abasto, te pregunto si tenés alguna anécdota, dato o reflexión sobre la zona.
Un jefe gordo y millonario manda a una chica de 20 años a pagar una factura vencida a Nextel, en Palestina y Rocamora. La chica del conurbano sube al subte B con una guía Filcar en la mano y se baja en Medrano. Camina unas cuadras. Le gustan los árboles de esa avenida no tan bulliciosa como Corrientes. Cuando el trámite termina la chica anota el teléfono de un departamento. Es el único teléfono que anota en un barrio que no queda en La Matanza. Es un barrio que no conoce. Es un salto a la nada que elige por ella el azar, esa factura vencida de Nextel. Es el único teléfono donde la atienden.

J.M.C.


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Revista El Abasto, n° 149, noviembre 2012.

 

 

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