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Gustavo Vera de La Alameda

“Las fuerzas de seguridad, en lugar de custodiar a los ciudadanos, piensan en negocios del crimen organizado”


En el barrio de Parque Avellaneda La Alameda tiene su casa. Desde comienzos de la década pasada, investigan y denuncian el flagelo de la trata de personas y los talleres clandestinos que funcionan en la ciudad. Gustavo Vera, presidente de la cooperativa textil, sostiene que “inseguridad es el estado” cuando olvida su rol y reivindica la lucha popular como agente de cambio para “perder el miedo” a las mafias apañadas por el poder de turno.
   Directorio 3998, esquina Lacarra, es la dirección. Dentro, donde a fines de la década del ´90 funcionaba un café, hoy se levanta un comedor comunitario para cientos de personas. Más aún, también está la cooperativa textil, un espacio de asesoramiento jurídico laboral para trabajadores, una biblioteca popular para vecinos del barrio y cursos de todo tipo, como apoyo escolar para chicos.
   Gustavo Vera es docente en la Escuela número 10 de Villa Lugano y militante gremialista (CTA). En el resto de sus horas se lo puede ubicar en la sede de la cooperativa, entre asambleas y proyectos con otros colectivos. El presidente de este espacio dialoga con El Abasto sobre un tema que, “con la lucha de La Alameda”, se puso en agenda pública: la explotación textil.

-¿De qué forma comenzó a trabajar la cooperativa?
- Nuestro trabajo comenzó en 2002. Nos involucramos a partir de la cotidianeidad. Fue un trabajo territorial en el barrio, primero comunitario con los más pobres. Buscamos que la gente recupere su dignidad a través del trabajo autogestivo como la economía solidaria.

-¿En qué se basaron para comenzar su lucha?
-Nosotros tratamos de imitar humildemente la Asamblea Popular de 1998 de General Mosconi, que crearon Pepino Fernández junto a varios compañeros. Luego fue la Unión de Trabajadores Desocupados (UTD). Cuando comenzamos, creíamos que éramos parte de un proceso histórico en el cual había que aprender las dinámicas.

- ¿Cómo fue el acercamiento con gente explotada en talleres clandestinos?
-Tomamos contacto con migrantes. Nos contaban las vejaciones del trabajo esclavo. Pensamos que era algo marginal, no sabíamos que había un sistema detrás de eso: las grandes marcas. Recién en 2005, tres años luego de fundar la cooperativa, teníamos una idea más acabada. Hubo que romper barreras culturales y miedos que ellos tenían. Hubo que generar contención y afecto para que algunos tomen confianza y nos contaran su historia.

- ¿Cuáles fueron las repercusiones de sus primeras investigaciones?
- En la ciudad, luego de Cromañón, fue el incendio en la calle Luís Viale en Caballito. Fue un “Cromañón” textil, cuando Telerman recién había asumido. El tema se instaló tan fuerte que continua en el debate público.

-¿Qué resultado les arrojó su trabajo?
- Cuando ves temas de trata, ésta se vincula con otros delitos, como la droga. Ésta se distribuye a través de talleres textiles o prostíbulos. Es un sistema de crimen organizado.

-¿Nunca tuvieron miedo de avanzar con estos asuntos?
-Rompimos mitos como que sí te metías con grandes marcas o funcionarios de primer nivel por denunciar la trata, terminabas mal. Tuvimos muchos atentados, pero los fuimos sorteando. Ellos crean una simbología de poder que paraliza a la gente. Con nuestras investigaciones nos enfrentamos a ese poder. Tomamos recaudos de todos modos. Cuando más expuestos nos vemos, más seguros estamos. La clandestinidad no es la solución.

-Desde las esferas políticas, ¿quienes son los responsables de estas irregularidades?
-La gente desaparece por redes de prostitución y son humilladas. Al igual que en el caso de muchos trabajadores. Estimamos que este tema supera el millón de personas involucradas. Hay una gran violación a los derechos humanos a través de las gestiones a escala nacional. Gran parte del estado interviene. Esto no es una cuestión de partidismos.

-¿Cómo es el panorama a nivel ciudad?
Macri, por su parte, no hace nada para que no pase. Recordemos el caso del policía metropolitano, Miguel Ángel Colombo, que fue apartado por antecedentes de regenteo durante su paso por la Federal. Esto es más complejo porque lo maneja la Federal; lo maneja con mano de hierro. Acá se centraliza la mayor caja del país porque no coparticipa. En la comisaria tenés cajas con negocios ilegales: talleres, drogas, prostíbulos (las tres más importantes), habilitaciones, capacidad para espectáculos.

-Entonces, ¿Sectores de la policía están por encima de las autoridades gubernamentales?
-Antes pensábamos que el policía de la esquina era el dueño de la zona. Son cartones pintados, las brigadas y las comisarías son las encargadas de recaudar. La Federal, de todos modos, cuenta los billetes con los políticos de turno. Pensar que ésta es un poder encima de los gobiernos es desligar su responsabilidad.

-¿En qué pensás cuando escuchás la palabra “inseguridad”?
-Cuando pienso en inseguridad, veo al estado. A la policía, a la gendarmería, a las fuerzas de seguridad que, en lugar de custodiar a los ciudadanos, piensan en cómo hacer negocios del crimen organizado. También en la nueva burguesía que se enriquece con este negocio inmundo, igual a la mita y el yanaconazgo de la época de la conquista de América.

-¿Cuál es tu visión sobre las olas de asaltos?
-Estuve en Hong Kong por un congreso hace un tiempo. Ahí la inseguridad se hacía sentir. Me sirvió para comparar con el caso local. Argentina tiene el condimento de falopa, los delincuentes no tienen códigos. La gente tiene miedo de qué chorro le vaya a tocar. Pasados de droga te matan por nada, no miden.

-En base a sus trabajos, ¿Cómo es la situación de talleres clandestinos en la ciudad? ¿Y en Balvanera?
-En la ciudad hay cerca de tres mil talleres. La mayoría está en la zona sudoeste, aunque también encontrás en Once, Floresta, Soldati, Pompeya, Parque Patricios. En Balvanera hay talleres, de todos modos no tanto como antes. El problema en la zona es la venta de droga y la trata. La droga y los prostíbulos van de la mano en muchos casos. Cuando ves muchos travestis es, a veces, una pantalla que esconde otras cosas.

-Hay gente que desconfía de tu militancia y sostiene que te enriquecés del trabajo ajeno ¿Qué opinás?
-No me importa que haya personas que desconfíen de mi trabajo, y especulen con que me enriquezco con el fruto de los trabajadores. Sí me importaría si tengo algo malo. Los periodistas me entrevistaron miles de veces, conocen vida y obra de esta cooperativa. Nos consideran una fuente fidedigna. Saben que La Alameda no vende fruta, estamos comprometidos en la lucha, nadie ha hecho negocio con esto.
Demostramos judicialmente las causas que presentamos. Nuestros primeros cuatro años fueron sin subsidios, de Ciudad, ni Nación. Con respecto a nuestro local, Estamos sobreseídos en la causa por desalojo, la Justicia reconoció la actividad pública, se presentó una protección de la casa en 2007 con prórroga hasta 2011. Estamos tranquilos y estamos seguros de que vamos a lograr una expropiación definitiva.

-¿Qué sentís cuando los vecinos se acercan a La Alameda antes que a las autoridades judiciales o policiales para denunciar situaciones de explotación?
-Pepino Fernández decía que cuando la gente va más a los locales a denunciar irregularidades que a los CGP o a las intendencias, es porque se está constituyendo el verdadero poder popular, se están haciendo bien las cosas. La Alameda ha instalado la perspectiva del crimen organizado desde lo popular. No vamos con el discurso derechoso mediocre, que menciona sólo a los “perejiles” cuando se habla de crimen organizado.

-Luego de tantos años de investigaciones y denuncias, ¿qué fue lo que más satisfacción te dio de tu trabajo?
-Me da satisfacción de todo este trabajo ver gente que antes era víctima de la trata y hoy pelea por cosas mayores. Me enorgullece ver compañeros que escaparon de la esclavitud y ahora está sacando una marca de ropa a nivel global -“No Chains”- contra la esclavitud.

Juan Manuel Castro
[email protected]



Revista El Abasto, n° 121, junio, 2010.


 

 

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